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miércoles, 16 de marzo de 2016

La persona ideal.


La persona ideal


En la antigua Grecia se gestó el estoicismo como corriente filosófica, fundada por Zenón de Citio, que a diferencia de Platón que ostentaba ese apodo por su amplia espalda, Zenón no tenía mayor protuberancia en su pecho. El estoicismo estuvo vigente entre el  400 y el 300 a.C,  aun así su pensamiento deja secuelas en la cultura actual.  Los estoicos proclamaban  que se podía alcanzar la libertad y la tranquilidad tan sólo siendo ajeno a las comodidades materiales, la fortuna externa y dedicándose a una vida guiada por los principios de la razón y la virtud (idea conocida como imperturbabilidad o ataraxia). Exponentes posteriores como Epicteto expresaron la idea que la felicidad consiste en ser libre, es decir, en no desear nada. Algo me hace ruido con la falta de deseo y es que el deseo muchas veces mueve la voluntad. El deseo de Bolívar por ver libre a su pueblo conllevó a libertar cinco naciones, el deseo de Tomás Alba Edison de realizar la bombilla incandescente le mantuvo firme frente a 1600 fracasos, el deseo de Steve Jobs de cambiar la visón de la tecnología y hacerla bella y práctica trajo consigo la iMac y luego el iPhone, la iPad y el resto es historia.


Thomas Edison, creador de la Bombilla incandescente
Steve Jobs, presentando el iPhone




La falta del deseo y la felicidad van de la mano en el mundo estoico. Aunque se puede diferir de ese pensamiento, es viable aplicarlo a las relaciones interpersonales, porque es común el deseo utópico de la “relación ideal” la cual conlleva al fracaso en la vida de pareja, en las amistades, en las relaciones entre hermanos, padres e hijos y pare de contar. En las relaciones humanas conflictivas es frecuente encontrar, en una de las partes o en ambas, la idea ilógica y dañina de pensar que la otra persona debería ser como yo la deseo, y como eso no se da –por lo menos en el planeta donde yo habito- las personas tienden a sufrir y a vivir un día a día no muy grato. En estos casos, ese no desear estoico nos hace mucho bien, aunque me va mejor la aptitud de la aceptación, aquella que consiste en aceptar al otro tal cual es.

Todo esto se puede dar en cuanto se ame a esa persona. Conozco mucha gente que dan lo mejor de sí para ser mejor cada día, tratan de ser como un plus de sí mismos y por otra parte me encuentro que sus seres cercanos y queridos (familiares, padres, hijos, pareja…) no aprecian el esfuerzo que hacen cada día esos seres excepcionales. Frecuentemente tenemos lo que se denomina la mejor versión de esa persona frente a nosotros, pero en nuestra mente estamos insatisfechos, porque vemos que todavía “!como que le falta algo¡”; lo triste es que alrededor conocidos y cercanos vanaglorian a esa persona, con frases como: “tu papá sí es bueno, tu hermana me cae de lo mejor, tu pareja se ve que es buena persona” y lo insólitamente cotidiano es la respuesta de muchos(as), quienes cual canción de Guaco repiten al unísono:  “¡sí, cómo no!, viví con ella/el, puro dolor”. No podemos olvidar los casos de luz para la calle y oscuridad para la casa, pero desde el optimismo de quien escribe, considero que la mayoría de las personas no viven en esa mentira.

Siguiendo con nuestros amigos estoicos podemos decir que es fácil vivir sin desear, aunque –como ya lo dije- considero mejor la idea de aceptar a esos seres que me regala vida y nos llenan de felicidad. De nada nos sirve verles sus errores en su vida biológica y lamentarnos en un vacío existencial cuando mueren. Es más, hay un refrán de sabiduría popular que afirma lo que expongo: “todo muerto es bueno”.  Cuando pensamos en discutir y distanciarnos de un ser querido, imagínese y dígase en un dialogo interior: ¿qué voy a extrañar de ella/él cuando ya no esté? Y verás que son más las bondades y virtudes que  los defectos que demuestra.
Si tu papá, mamá, hijo/a, pareja… está en la mejor versión  de sí, acéptala y da gracias que forma parte de tu vida. No desees que sea la ideal (que por cierto solo existe en tu mente, acéptala y amala tal cual es, porque no sabes cuándo será el día que ya no esté a tu lado.

Gustavo Córdova Rodríguez

Filósofo y Educador 

lunes, 12 de octubre de 2015

¿Cómo crear un monstruo?

¿Cómo crear un monstruo?

     En el imaginario popular  de  prácticamente todas las culturas, existen diversas historias de personajes terroríficos y espantosos que acechan a las personas produciendo en ellas gran temor.  La escritora inglesa Mary Schelley,  en 1818 publicó su novela Frankenstein, la cual ha quedado inserta en el subconsciente colectivo de la humanidad moderna.  En 1965, se estrena la serie animada El Monstruo Milton, que al igual que la creatura de la novela de Schelley  fue hechura de la mano del hombre. Guardando las diferencias de las historias, en ambas encontramos un tema en común: la capacidad de la persona humana de crear seres capaces de producir miedo y terror: los monstruos.

   
      Recientemente la frase: ¡tú la conoces! Dio como consecuencia  el levantamiento de las  cejas, apertura de los ojos,  dilatación de las pupilas, respiración profunda, distención de la quijada, en fin,  un total y profundo asombro.  Esa expresión, que muy difícil se puede ocultar cuando se habla entre cercanos, fue consecuencia de una conversación donde se describía a una persona  que por su posición de poder y estando marcada (ortodoxamente) por una ideología político-social, siempre humillaba, criticaba y vejaba  a quienes expresan diferencias a su credo ideológico o  que proviniesen de un sector laboral -donde en el pasado reciente ejerció profesionalmente-.  Lo medular y angustioso es,  que todos (los humillados, criticados y vejados) tienen la necesidad de acercarse a ella periódicamente,  pues necesitan de sus buenos oficios y de  su firma en los  requerimientos burocráticos indispensables para el funcionamiento de sus empresas.
     
      En la actualidad la mayoría de nosotros nos quejamos de la falta de valores y de la ausencia de humanidad en las relaciones interpersonales. En los trabajos, quienes tratan de manera déspota a sus semejantes producen -además del miedo que conscientemente quieren transmitir – rechazo por parte de la colectividad perseguida y humillada, pero lo más triste es que cual novela de ficción se crean monstruos. Permítanme contarles una historia:


 -Cristal era una persona acostumbrada a  dar todo por el todo en su trabajo, siempre llegaba temprano y daba mucho más de lo que se le exigía. Era una buena compañera, pero sobretodo creía en su profesión y en la empresa donde laboraba.
-Un día tuvo un accidente laboral, se cayó en su sitio de trabajo y como consecuencia se fracturó una pierna. La ley laboral del país donde ella ejerce su profesión obliga al patrón (la empresa) a pagar el sueldo (mientras esté suspendido) y la factura médica al trabajador que sufra un accidente estando en su sitio de trabajo. Cristal, se fracturó la pierna, pero quien era su jefa directa no le reconoció el accidente. La jefa, no permitió que los testigos del accidente hablaran en favor de Cristal bajo la amenaza de  despedirlos.
Nadie la defendió, nadie la ayudo, nadie se portó como lo haría una buena persona con ella, los valores de la empresa de nada servían. Ese día –además de un hueso de su pierna- se quebró algo más, se quebró su alma. La falta de humanidad a su alrededor y la conducta déspota y despiadada habían sembrado la semilla de la monstruosidad en el alma de Cristal.
Años después –como en el Conde de Monte Cristo, de Alejandro Dumas- por jugarretas del destino, Cristal llegó a ocupar un cargo burocrático, donde supervisa y firma todos los documentos de permisología para el funcionamiento de la empresa y de la corporación donde en otrora ella laboró y donde fue muy maltratada.
Cristal en la actualidad, se comporta de tal manera que produce miedo en las personas que se le acerca –y con mayor énfasis en los que pertenecen a la corporación- , ella (para muchos) se ha convertido en un monstruo.


A veces,nosotros tenemos cuota de culpa del comportamiento de los demás.
      Se me hace necesario acotar, que la percepción nos hace diferentes. Si bien, existirán siempre personas a nuestro alrededor que nos harán daño, la decisión  del alcance de esas acciones en nuestra vida están en nuestra manos –o mejor dicho en nuestros pensamientos-.  Siempre tendremos dos opciones: uno, vivir en el pasado,  repitiendo nuestros traumas constantemente en nuestra mente, o  perdonar y pasar la página (que es lo más sano).
 
     Sin querer, o con toda la intención del mundo(tristemente), podemos crear monstruos a nuestro alrededor siendo estos resultado de nuestro comportamiento cotidiano y podemos hacer de nosotros unos monstruos para nuestros semejantes con nuestra acciones. Meditemos, ¿habrá personas a nuestro alrededor que les trasmitimos miedo? ¿existen personas que nos tienen terror? Esas personas -para mas dolor en el mundo- mucha veces son con quienes tenemos más contacto y a quienes más nos debemos. La idea es creer en la utopía de Un mundo mejor y no aprendernos la receta de cómo crear un monstruo.

Gustavo Córdova Rodríguez
Filósofo y Educador

domingo, 12 de julio de 2015

Sin la amistad, el mundo es un desierto


Sin la amistad, el mundo es un desierto
Sir Francis Bacon (Filósofo y estadista británico)

 En la sociedad 2.0, la comunicación entre lejanos es algo tan tangible como estrechar la mano en un saludo cotidiano en el mundo físico. Las redes sociales han llevado al encuentro de personas que se habían alejado en el tiempo y la distancia. Desde ya algunos años atrás el Facebook nos creó la ilusión de tener un millón de "amigos", pero a su vez nos demostró lo interconectados que estamos, pues mi amigo es amigo de una amiga que yo no sabía que eran amigos (esto sólo lo entiende quien está en Facebook desde sus orígenes), pero más allá de ésta interconexión  y hago con esto un poco de historia, la red social sirvió para realizar grupos y reencuentros de ex-alumnos, de egresados, de pueblerinos que marcharon a las grandes ciudades y nunca más se volvieron a ver. Esos eventos tuvieron gran auge en años anteriores.
Posteriormente, los encuentros han ido bajando en frecuencia ya todos están conectados (o así parece ser) y como que ya se le perdió la gracia. Recientemente una amiga de la infancia me escribe por el messenger del Face que estaban haciendo un grupo de Whatsapp de los compañeros de estudios de la infancia. Antes de seguir tengo que explicar que la escuela donde asistimos pertenecía a una empresa cementera y en ella estudiábamos desde preescolar hasta sexto grado (fin de la primaria en Venezuela), los alumnos que allí asistimos eramos hijos de los trabajadores de la empresa. Allí el hijo del jefe, del obrero, del contador o del maestro de la escuela aprendía y convivían en una aula de clase donde no había distinción de clases, ni género, raza o estatus social. Todos fuimos compañeros, amigos y hermanos, nuestros padres trabajaban juntos y a su vez eran compañeros y amigos. El resultado de esa interacción aunada a la conducción de los grandes maestros y maestras que tuvimos fue que la escuela era verdaderamente una extensión del hogar pues en ella nos sentíamos en familia.
Volviendo al presente, como les comentaba mis queridos lectores, me informan que se estaba formando un grupo de whatsapp y el objetivo era realizar un encuentro de ex alumnos. Cada vez que aparecía un número nuevo que iba acompañando por un nombre de esos compañeros de antaño, se despertaban áreas de la memoria que permanecían dormidas en estado latente como si esperasen ser despertadas para inundar el cuerpo con dopamina (neurotransmisor que ayuda en la sensación de bienestar y felicidad) y motorizar los músculos de nuestro rostros para producir sonrisas naturales y gratificantes. El grupo se creó y en ese intercambio de comentarios, anécdotas y recuerdos, se fueron añadiendo nuevos - viejos integrantes pues sus contactos telefónicos fueron conseguidos en algunos casos al mejor estilo de CSI.
El día del encuentro llegó, algunos no pudimos asistir otros ya se encuentran fuera del país desde hace ya algunos años. La alegría junto con la nostalgia de aquella infancia feliz, inundaba en frases y fotos en el grupo virtual. Días después nos reencontramos, en esa oportunidad pude asistir y allí fue donde en medio de tanta alegría re-descubrí que la amistad supera el tiempo y el espacio. En ese lugar estábamos sentados amigos que algunos casos teníamos veintidós años sin vernos, más la confianza y el afecto con el que interactuamos era como si nunca hubiéramos estado lejos. Allí estuvimos sin ostentar títulos académicos, pertenencias o capital acumulados. Nada de eso ocurrió, pues quienes compartieron no eran más que los chiquillos que crecieron juntos y son amigos en la distancia, que aunque en muchos casos no han compartido mucho en su historia posterior a la primaria se sienten familia.
El contacto ha seguido, quien está lejos y añora su patria encuentra en ese grupito de whatsapp un oasis de su tierra, quién está atareado por sus obligaciones del día a día encuentra en las ocurrencias de algunos locos que estamos allí su relax, hay quienes bendice y todos las mañanas alguien comienza con el buenos días, que tanta falta hace. 
Agradezco la infancia que tuve, me enorgullece haber estudiado en esa escuela, que más allá de la calidad académica que sentó bases en mi formación profesional, me entregó un puñado de amigos que se extiende en el tiempo y en el espacio con el cariño que sólo se aprende en la familia. Si luego de adulto he aprendido a ser amigo, he allí en el lapso de tiempo llamado escuela donde se forjó las raíces de una personalidad que tiene como referente que amigo es ser familia. Un gran filósofo inglés llamado Francis Bacon, escribió "sin la amistad, el mundo es un desierto" y no sé ustedes pero yo estoy de acuerdo con él.
Gustavo Córdova Rodríguez
Filósofo y Educador

sábado, 13 de junio de 2015

No es fácil ser padre

Recientemente el sufrimiento ha entrado  por la puerta principal y sin pedir permiso al hogar de un gran  amigo. Su hija mayor adolescente como consecuencia  de los cambios hormonales  y producto de la sinapsis irregular propio de la edad, se ha marchado  de su casa. El tema del joven que abandona su hogar es extenso de abordar, pero en esta oportunidad quiero enfocarme en el mundo vital de los padres.

La naturaleza está  diseñada  para que los padres dejen ir a sus hijos cuando ya han aprendido  a volar, cuando los progenitores sienten que su labor está acabada. La complicación se suscita cuando vuelan antes de tiempo y sus padres saben que ni están  preparados, ni se han ido de la mejor manera. Así  exactamente es la realidad que conocí  en estos  días. 
Cual espectador de una tragedia griega, vi sus rostros ofuscados por el dolor que parte el alma, ese dolor que amarra las comisuras  de los labios e inhibe la sonrisa y fue allí que en medio de la empatía, pues como ellos también soy padre, que pensé:  si los hijos supieran cuanto sufren los padres por ellos, si ellos pudieran tener la capacidad de observar  el desgaste mental que tenemos los padres pesando en nuestros hijos y su futuro, si pudieran hacerse con un don para sentir cómo el corazón se retuerce  cuando un hijo  sufre o enferma.
Si pudieran... o mejor dicho si nosotros hubiésemos  poseído esa capacidad o don sobrenatural, otro hubiera sido nuestro comportamiento en la adolescencia y  madurez  temprana. En una oportunidad le escuche a un sabio - de esos que se cruzan en nuestro camino y por quienes siempre hay que tener los oídos abiertos- que el amor de los padres es incondicional, en cambio, el amor de los hijos es condicionado. Tristemente, como hijos estamos siempre a la expectativa del afecto y la entrega de nuestros padres, sin importar la edad que tengamos, pero no siempre es recíproco de nuestra parte la entrega y el afecto que solicitamos. La sociedad actual, los avances de la ciencia, la comodidad del hogar, nos ha llevado a cambiar la percepción de nuestra temporalidad. Nos percibimos inconscientemente como seres eternos en este mundo, siendo esto la más grande falacia de la vida. Nadie sabe cuando dejará de existir en este espacio y tiempo, por ello no podemos postergar los abrazos, besos, los te amo para los seres queridos. Como padres estamos en una situación límite, vivimos con la ansiedad del futuro de nuestros hijos, más no por ello tenemos escusas para dejar de compartir y vivir su presente. 
Los hijos deben estar consciente del amor que sentimos por ellos, de ahí que es casi obligado dárselo a conocer mediante la comunicación cotidiana y el afecto expresado en gestos explícitos (abrazos, besos, risas, compartir). Puede ser que aunque el cerebro haga malas sinapsis, y llegue la rebeldía de la adolescencia, el soporte del amor resuelva los conflictos propios del cotidiano vivir. Esto es un pequeño consejo porque sé que no es fácil ser papá. 

Gustavo Córdova Rodríguez
Filósofo y Educador

lunes, 4 de mayo de 2015

Como el astronauta.



En ocasiones los adultos nos molestamos con los jóvenes porque están comúnmente dados a la alegría, hay personas que se fastidian de tantas carcajadas, de tantas risotadas. 


Con el pasar de los años la alegría va quedando atrás, de hecho se habla de  aquella alegría de la juventud, y nos preguntamos: ¿por qué nuestra cabeza se llena tantas preocupaciones  y con ello se apaga el brillo de la sonrisa? ¿por qué los jóvenes rien con tanta facilidad? ¿qué hace de ellos personas que disfrutan de la vida? El gran escritor checo Franz Kafka escribió "La juventud es feliz porque tiene la capacidad de ver la belleza. Cualquiera que conserve la capacidad de ver la belleza jamás envejece". 


Hay dos etapas de la vida donde la persona se encuentra como el astronauta quien por primera vez traspasa la atmósfera terrestre y vive la experiencia de disfrutar la inmensidad del espacio, la ausencia de gravedad, la belleza de nuestro planeta, tantas motivos para maravillarse. Esas dos etapas son la niñez y la juventud, donde todo es nuevo en la infancia, y donde los cambios físicos y las nuevas experiencias en la adolescencia generan en el cerebro un bienestar fruto del agrado por lo novedoso, por los logros alcanzados, por las experiencias de afectividad (abrazos, amistades, noviazgo, entre otros), luego crecemos, "maduramos" y asumimos juntos con los compromisos y la responsabilidad de la adultez -como si fuera un paquete completo- la amargura, el desánimo, la ansiedad y la angustia. Son tantos los amaneceres que hemos presenciado, que ya no nos maravillan, ya son tan comunes los abrazos de nuestros seres queridos, que ya no nos conmueven, ya son innumerables los favores recibidos, que ya no agradecemos. ¿Será que nos hemos acostumbrados a vivir? ¿Será que el tedio se llegó a nuestro corazón? ¿Será que nada cotidiano nos asombra? 


Los jóvenes, en palabras de Kafka, ven la belleza y por ello son felices. Hay tanta razones por ser felices, tanto porque maravillarse, tanto porque agradecer, pero si nuestra mente hace morada en aquello que no tenemos, en nuestros recuerdos dolorosos o en antesala de catástrofes, sólo conseguiremos que nuestro estado de ánimo sea sombrío.

La alegría no es cuestión de ser joven o viejo,  es cuestión de la actitud mental frente a la vida. Hay que ser como el astronauta que se encuentra por primera vez en el espacio y maravillarnos en lo cotidiano, atravesar la atmósfera de lo común y vivir cada día como un regalo.

Gustavo Córdova Rodríguez
Filósofo - Educador.

jueves, 16 de abril de 2015

El secreto de la eterna juventud


          El cuerpo humano está diseñado de una manera compleja y magnífica. La mente, el ser, la personalidad, el sentido de la vida, entre otros, ha sido siempre tema de pensamientos y disertaciones sobre la persona. La antropología filosófica al referirse a la persona humana la define como un misterio debido a la profundidad y trascendencia cada persona, pero es un misterio que invita a ser develado y por ello la ciencia y la filosofía desde sus orígenes se han preguntado por el ser humano. Ya desde la antigüedad Sócrates (470- 399 a.C.) lanzó una frase que es patrimonio de  la humanidad “sólo sé que no sé nada” y en el pórtico del Templo de Apolo estaba tallado en piedra el Oráculo de Delfos “conócete a ti mismo”. Lo cierto es que dos mil quinientos años después estamos todavía develando los misterios de la persona.

En esta temática del misterio del ser humano, muchos se preguntan por qué hay personas que se dedican al servicio de los otros, que son felices en ayudar, que eligen carreras y estilos de vida que están relacionadas con el altruismo (ayuda a los otros). A muchos de nosotros nos ha llamado la atención encontrarnos nuestra maestra después de muchos años y ver que pareciera que los años no han pasado por ella. Ver que está igual después de algunos años nos interpela. O al doctor que fue nuestro pediatra y ahora es el médico de nuestros hijos, aunque está mucho mayor, no aparenta la edad que le calculamos.


Algunos se preguntan: ¿Cuál es su secreto? ¿Será que tiene acceso a la piedra de la eterna juventud? La respuesta es que no tienen la piedra de la juventud y en cuanto a la primera pregunta no se conoce la respuesta. Por lo menos no hasta ahora. Aunque la respuesta podría estar, en cierta medida,  en datos que conocemos  gracias a los avances en el campo de la neurociencia, en particular la Neurociencia afectiva que propone el psicobiologista y neurocientífico Jaak Panksepp, de la Washington State University, quien junto a su equipo de trabajo, han descubierto en estudios recientes nuevas funciones de la dopamina (neurotransmisor, que tiene muchas funciones en el cerebro, incluyendo papeles importantes en el comportamiento y la cognición, la actividad motora, la motivación y la recompensa, el sueño, el humor, la atención, el aprendizaje y el placer). De la dopamina se conoce y se ha comprobado su liberación  en el cerebro en situaciones que producen agrado (risa, abrazos, caricias, comer, lectura, entre otros) y ahora se ha descubierto que cuando se realiza una buena acción el cerebro libera este neurotransmisor, originando un mecanismo de refuerzo-recompensa lo cual crea en la memoria un recuerdo agradable conllevando a la persona  a que actúe de la misma manera en situaciones futuras similares. Es decir, el cerebro te recompensa con un caramelo de placer cada vez que realizas una buena acción y por otra parte está diseñado para hacer el bien.
En cierto sentido, hacer el bien como opción de vida se hace consustancial al ser, a la personalidad, evidentemente al proyecto de vida y parte desde el accionar de la mente. Por eso, una persona que cotidianamente posee un cerebro que está liberando dopamina debido a la gratificación automática por la realización de buenas obras, mantiene su organismo en un estado de bienestar constante, el cual se ve claramente reflejado en la sonrisa que prácticamente identifica su persona, en la cara relajada (en la cual muchas veces hay ausencias de marcas de expresión, como las “patas de gallo” debido a no mantener los músculos de la cara contraídos por estrés) y hasta en algunas personas se ve lozanía en el rostro. Por otra parte, la dopamina al producir bienestar regula la tensión arterial y el estrés. En fin, son muchos los beneficios que obtenemos por el simple hecho de hacer buenas acciones. Por ello, las personas que hacen constantemente el bien, perduran en el tiempo, pareciera que envejecen más lentos.
El papa Francisco tiene 78 años de edad
Es interesante el descubrir que el cerebro está diseñado para recompensar la acción con gratificación mediante la dopamina y como ya se ha dicho arriba son muchos los beneficios de este neurotransmisor. Así que, la persona que quiera verse joven, no debe gastar tanto dinero en cremas y tratamientos estéticos, hay un tratamiento más económico y natural: hacer el bien. En consecuencia mis queridos lectores, “hacer el bien, te hace bien” para la salud.


Gustavo Córdova Rodríguez
Filósofo- Educador


                                                                                                                                                                  

lunes, 23 de febrero de 2015

Conflictos, peleas y discusiones. Depende del cristal con que se mire


Conflictos, peleas y discusiones. Depende del cristal con que se mire


La percepción, es la capacidad de recibir por medio de todos los sentidos, las imágenes, impresiones o sensaciones para conocer algo, la cual genera un proceso donde la persona selecciona, organiza e interpreta los estímulos, para darle un significado a algo. En fin, es tan subjetivo que solo quien observa o mira es capaz de decir lo que ve y cual es el sentimiento que en el produce.

Cuantas veces, a lo mejor, no les ha pasado que estando en lugar, al cual se ha ido muchas veces, mirando algo que parece nuevo decimos: mira ¿esto es nuevo? y te responden ¡no si esto tiene aquí como nueve años!

Un caso particular y científico, es el hecho que los psicólogos utilizan imágenes para acceder al inconsciente de las personas. De ahí, que según lo que ve cada quien en las imágenes que le presentan, será la respuesta que dará y el psicólogo sacará sus conclusiones a partir de la percepción del individuo.


Muy similar es la situación tan común en los hijos y esposos ¡que nunca encuentran nada! (me incluyo), palabras más, palabras menos, es la frase preferida por millones de madres y esposas en el mundo sin importa idioma, raza, cultura o religión cuando su descendencia masculina o su compañero de vida necesitan ayudan para encontrar, por ejemplo, la camisa para ir al trabajo y según ellas está simple vista.

Hay personas que no distinguen los colores (daltonismo), como la mayoría de las personas y tienden a  confundir un color con otro.

Existen gestos que varían de una sociedad a otra. En Europa existe la tradición que los caballeros se saludan  con un beso en cada mejilla. En Venezuela, eso sólo se hace entre mujeres y cuando un caballero saluda a un dama. Ahora bien, en el hipotético caso  que un español llegase a este país suramericano, sin ninguna idea que la costumbre de saludar aquí es distinta a la de su país entre los hombres (es decir, más perdido que San Nicolás el día de las madres) y saludara a un oriundo con un beso en la mejilla, les aseguro que no podría dar el otro beso antes de recibir una descarga de violencia verbal y física por parte del saludado. Pues nos encontramos aquí, frente a dos percepciones diametralmente distintas, producto de las cultura de origen de cada individuo.

Es interesantísimo como gestos, palabras, situaciones son vistas de diversas formas, en diversas culturas y países. Hasta en el mismo hogar, frente a un acontecimiento una percepción del hecho  tiene el papá, otra la mamá, otra la hija adolescente y otra el hijo de siete años de edad. En fin, cada quien ve (percibe) lo que puede, quiere y su cerebro le permite ver. Entonces, si somos tan diferentes porque nos empeñamos en que sólo existe un lado de la verdad. La verdad es una, pero se construye entre todos. Todos tenemos acceso a una parte de la verdad. La verdad es algo más complejo que decir esto es blanco o negro. En la ciencias exactas la verdad es real y verificable (matemática, física, química), pero en el mundo cerebral de las personas la verdad le pertenece a cada quien.

Teniendo esto en cuenta nos preguntamos ¿Cuántas discusiones, impases, guerras, conflictos no hubiesen ocurrido, si se reconociese que el otro tiene también su verdad? Apegado a ello, cuando vayamos a entrar en confrontación con otra persona, hagamos un alto y pensemos. ¿Cuál será su verdad? ¿Qué estará viendo que yo no veo? ¿Qué proceso lógico utilizó para generar estas inferencias? Es recomendable tratar de mirar desde el otro, recordar que somos seres único, que cada quien percibe de manera distintas las situaciones, que la verdad la construimos entre todos y que cada quien ve dependiendo del cristal con que se mire.

Gustavo Córdova Rodríguez
Filósofo y Educador

martes, 10 de febrero de 2015

Corazón infinito

Corazón infinito

En muchas oportunidades le he dicho a mis alumnos que me gustaría que ellos estuvieran en el presídium  en el acto de grado para que vean la cara de satisfacción de sus padres. Es tan notorio en más de uno el proceso de secreción de las glándulas salivales y su producto en conjugación con la fuerza de gravedad (traducción: se le cae la baba por los hijos). Eso personalmente lo admiro, y reconozco que a mi también me pasa con los pequeños grandes logros de mi hijos (que todavía están chiquillos), y comprendo esa emoción de satisfacción, orgullo y alegría. Claro ejemplo es el de una madre que ve a su hijo alcanzar una meta, agradece a la vida por el triunfo obtenido, pero a su vez mira esa meta como un logro personal. Recientemente les decía a mis padres que ya llevaban siete títulos académicos y es que cada título de un hijo es a su vez de su madre y/o de su padre, porque nadie nace solo o se hace solo. Siempre hay alguien a quien le debemos, siempre hay que agradecer.
 
 

Por otra parte, las desdichas de los hijos también son las de sus padres, y particularmente en la sociedad venezolana -que es matriarcal por antonomasia- de las madres. Conozco el  caso de una madre que vendió su casa para mudarse a una ciudad a 10 horas de su residencia de toda la vida para estar cerca del hijo que está pagando condena en la cárcel. Demasiados padres y madres sufren de depresión como producto de las preocupaciones por los problemas de sus hijos. En alguna oportunidad escuché que el amor de los padre hacia los hijos es incondicional,  pero el amor de los hijos a los padres es condicionado. Ésta frase se ha convertido en una verdad en mi vida, de manera muy especial a partir del momento que empecé a ser papá (por cierto tengo tres hijos, todos pequeños y es una locura la casa... pero FELIZ), pues es una verdad como que el sol ilumina, que uno dejaría de comer para que un hijo coma, que un verdadero padre, una verdadera madre daría su corazón, para que el hijo viva.
 
 
 Pensando en ello, en las alegrías y en las tristezas, en los triunfos y en los fracasos de las personas y en como afecta la vidas de tantas madres, de tantos padres, le dije a mi esposa en medio de una conversación en estos días: ni siendo los mejores hijos, nunca podremos ser lo suficientemente agradecidos del amor que nos profesan nuestros padres. Pues cuando se tiene un hijo, en las buenas personas el corazón se agranda, a tal punto que el amor por los hijos convierte un corazón humano y mortal en un Corazón Infinito.
 
Gustavo Córdova Rodríguez
Filósofo y Educador

sábado, 27 de diciembre de 2014

Emigrar, hasta pronto Tierra de Gracia


Lamentablemente en el país la realidad económica y social que se  vive y vislumbra no promete nada bueno. Por primera vez en nuestra historia, el venezolano se ha convertido en inmigrante, miles de adultos jóvenes están saliendo del país. Lo más triste  del asunto es que quienes se van son la fuerza productiva trabajadora calificada (jóvenes con título en mano y especialistas). Salen por multitudes, casi cual migración de pájaros en cambio de estación,   debido a la falta de empleo o al salario empobrecido por la mega inflación.

Frente a una realidad prometedora de quienes ya están afuera con trabajo estable, seguridad y progreso, los que no emigramos nos asemejamos a los judíos que no pudieron entrar a la Tierra Prometida. Lo triste del caso es que Venezuela era conocida como la Tierra de Gracia. Por sus a paisajes, sus riquezas, su clima, y sobretodo por la calidez y familiaridad de su gente. Fuimos conocidos como un país de oportunidades, donde se podía vivir bien (del verbo ya no) y los venezolanos carecian de xenofobia (rechazo al extranjero). Miles de extranjeros vinieron e hicieron de esta tierra su Tierra, mezclándose con nuestros antepasados y produciendo este fenotipo tan característico en nuestra población.
Quien ha recorrido la geografía de nuestro pais sabe que la familiaridad del venezolano es una bondad características de nuestro gentilicio. Personalmente, por  trabajo y placer (que muchas  veces van de la mano) he tenido la oportunidad de conocer gran parte del territorio nacional y en todas las regiones  en mayor o menor medida las personas te hacen sentir en casa, en familia. Hacen del todo nuestro territorio nacional un gran hogar. Tristemente no es así en otros países. De esta idea se desprende un cuestionamiento: No sé, si es el apego a mi tierra lo que me inhibe de emigrar.

En cuanto a emigrar o no, lo cierto de quedarse y labrar un futuro donde al parecer no hay un buen futuro, exige de quien se queda tanto o más coraje como de que emigra. Si bien el futuro lo escribimos cada uno de nosotros, la realidad circundante nos va moldeando.   El gran escritor francés Víctor Hugo escribió que  El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad.  Ésta frase es una daga que me interpela, pues muchas veces me ha tocado salir de mi zona de confort y aventurarme en nuevas experiencias, aunque al inicio siempre genere un conflicto, la nuevas etapas en la vida siempre son riquezas. Ya sea emigrando y dejando el corazón atrás, ya sea quedándose en el país con la ansiedad de quien camina en la cuerda floja, lo real e inmediato es que no podemos seguir siendo los mismo y tenemos que ahora más que nunca labrar nuestro futuro.

Gustavo Córdova Rodríguez
Filosofo y Educador


jueves, 6 de noviembre de 2014

¿Qué me apasiona?

¿Qué me apasiona?

"Trabajar mucho para algo que no nos importa se llama estrés. 
Trabajar mucho para algo que nos encanta se llama pasión"
S. Sinek



Los enamorados saben de más que es sentir pasión,  pero antes de ilusionarnos con un escrito romántico, les adelanto que la pasión de la cual hablaremos aquí tiene que ver con la vocación de vida. La Real  Academia Española, en una de las diversas acepciones define la pasión como "apetito o afición vehemente a algo". 
La pasión implica un movimiento del ser hacia la acción. Pero es una acción  que motiva y agrada. En estos días un joven me contaba que estaba estudiando  Derecho porque sus padres les habían dicho que era lo mejor para su futuro, pero el no sentía  pasión  por la carrera que estaba estudiando, en cambio sin que lo dijera era evidente que es un músico  nato, toca guitarra, bajo, percusión y todo ello sin mayor problema, se le hace fácil y su conocimiento musical lo ha adquirido prácticamente de manera autodidacta. Le pregunté qué le realizaba más, la repuesta era clara:  la música por supuesto. Él mismo se había  preguntado  por qué  estaba estudiaba derecho.



Hace unos años  tuve un alumno,  su nombre era Brayan. Era un buen muchacho, aunque no era muy aplicado en los estudios. En el salón de clases era muy pasivo (pasaba inadvertido muchas veces)  y de personalidad distraída,  claramente los estudios no le motivaban. En una oportunidad, fui con  mi esposa a  una presentación de mis sobrinas con su escuela de danza. Diferente núcleos de la escuela se presentaron  y grata sorpresa recibí, cuando veo que  Brayan era instructor de Pop y estaba bailando con  sus alumnos. Fue una excelente presentación y una muy buena coreografía. En la clase siguiente, lo abordé con la típica pregunta que le hacían  a menudo por estar cursando su último año de bachillerato: ¿Qué  piensas estudiar?  La  respuesta fue el muy común  no sé. Estuve un rato hablándole sobre lo que significa estudiar y trabajar en aquello que nos apasiona y la realización  personal que  ello conlleva.  Le animé a descubrir que era lo que en verdad le apasionaba, pues en el escenario, presentando la coreografía manifestaba a través del baile, los gestos y la emoción que el artista tiene que trasmitir que estaba en el sitio indicado, estaba haciendo lo que le gustaba, y le motivaba, lo que en verdad le apasionaba. En la actualidad es difícil saber que ha pasado luego con él, sólo espero que haya seguido profesionalizándose en el baile y no sea como el común  de los mortales que trabajan en algo que no les satisface y por ello el viernes es el día más anhelado y el lunes el más  aborrecido.

Es tan común ver y escuchar a personas cercanas quejarse de su oficio o profesión. En cambio, cuando los  artistas están promocionando una nueva producción  discográfica, una nueva obra de teatro, película o cualquier otra manifestación de arte, siempre coinciden al decir que tienen la dicha de trabajar en lo que les apasiona y de paso además por ello les pagan.

Que bueno  sería escuchar más  a menudo esa frase en boca de toda clase de profesionales y trabajadores, pero  la realidad es que frecuentemente el trabajo cotidiano dista para muchos de su pasión de vida. Recientemente una profesora que quiero y aprecio mucho, escribió en un comentario de un artículo  de este blog (Si volviera a nacer) que ella esperaba con ansias  el inicio de clases para empezar de nuevo a enseñar  a sus alumnos y me consta pues ella respira la Filosofía y cuando habla incorpora a sus estudiantes en una atmósfera de conocimiento y de construcción del pensamiento, como pocos docentes lo saben hacer. Eso es pasión, eso es realizarse en lo que uno hace.
     La pasión por nuestra profesión u oficio, tiene otro aspecto además de la realización personal y es la comunicación de lo que se hace con el fin de ayudar a los demás (entre otras cosas) a conocer más y a descubrir a través del testimonio de personas realizadas su verdadera pasión. El gran científico y divulgador de la ciencia Carl Sagan decía que  no entendía que si los enamorados comentaban a todos acerca de su amor, cómo puede haber científicos no sean divulgadores de la ciencia, y esto dicho por Sagan , aplica  a todas las profesiones. 
Los jóvenes mencionados al inicio,  están en proceso de descubrir que les apasiona o en la diatriba de aventurarse a entrar en el viaje por arriesgarse para  hacer lo que que en verdad les apasiona, dejando atrás las críticas de sus allegados (familiares, amigos, entre otros). Por otra parte mi profesora y Sagan son testimonios que trabajando en lo que nos mueve, nos impulsa, nos apasiona; nos sentimos realizados y motivados a compartir esta grata vivencia de crecimiento constante y satisfacción personal con los demás.  Por eso, no está  demás  preguntarnos: ¿Qué me apasiona?

Gustavo Córdova Rodríguez
Filósofo y Educador

domingo, 26 de octubre de 2014

Mal diagnóstico

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En un mundo donde los síndromes  y trastornos están las orden del día, es más  fácil  dopar un niño que acompañarle  en su proceso educativo. Los niños  siempre han corrido, siempre  han sido inquietos, pero nunca han sido tan estimulados como ahora. La internet, los programas educativos (y también los violentos), los dipositivos electrónicos llenos de aplicaciones, los videos juegos y pare de contar. Con toda esa información  y tecnología en sus cerebritos, les produce un choque existencial al llegar a la escuela y estudiar en un  salón  de clases y que mantiene  la misma estructura  de aula (o jaula) que no ha sido modificada  en siglos, con los pupitres inmóviles, la pizarra que dista mucho de ser interactiva, y unos maestros  que algunas veces parecen más generales de tropas, que pedagogos. Con toda ésta realidad, hay más  de un niño que se aburre y hace aquello por lo cual cuando era bebé  estabamos orgullosos, caminar y hablar. El problema es que  lo hace en el salón  clases y la educación  como está  concebida  en la actualidad   no lo permite. Es entonces cuando se diagnostica el TDAH, Transtorno de Atención  e Hiperactividad.

Tengo un amigo -con el cual compartí  varios años en mis estudios universitarios-  que es artista plástico y digital. Era impresionante  disfrutar su percepción del mundo. En las materias que se aburría se las pasaba pintando, pero si el profesor le preguntaba contestaba como quien está  tomando apuntes  con suma atención.  En la actualidad sigue ejerciendo el arte, da conferencias, es una eminencia en las redes sociales, y como persona altruistas ha hecho mucho bien. Gracias a Dios no estaba de moda el TDAH, porque lo hubieran dopado y sería  otra la historia.

Otro  amigo, desde siempre ha experimentado una alegría constane en su vida, él  la describe como un estado de emotividad casi permanente ,  por tal razón  se le ha hecho  fácil  encontrar  lo bueno de la vida. La sonrisa forma parte de su rostro, y se le hace fácil sacar risas de quien se tropiece  con él.  En  la actualidad es escritor, educador, dicta cursos, conferencias. Le apasiona la docencia y sus alumnos  disfrutan su presencia y sus clases, a tal punto que les escriben  cuando se ausenta. Me contó que en una oportunidad, cuando tenía quince años,  iba a ingresar a una institución que era muy exigente y aunque había  pasado todas las pruebas, el rector de la institución  le dijo a su padre que estaban pensando si  dejarlo  entrar o no, porque era muy travieso y hablador. Su padre enfáticamente respondió que si pensaba cambiarle la personalidad  a su hijo,  era mejor no dejarlo entrar, porque su hijo  con su forma de ser, no le hacía  daño  a nadie. El papá  sin premeditarlo sentó  las bases de una personalidad libre y desinhibida. Que bueno que no estaba a la orden del dia el  TDAH,  mi amigo llevaría  alrededor de 18 años  consumiendo  tranquilĺizantes.

Ahora bien, desde la ignorancia  que me caracteriza  ( Sólo  sé que no se nada, diría  Sócrates), disto  mucho del TDAH, considero que la educación debería  acompañar  a éstos  niños que son especiales, que tienen un pensamiento  acelerado, que no pertenencen al monton, con estrategias  que les lleven a encontrarse con su pasión en vez de estar dopándolos con medicamentos para que se queden quietos. Me pregunto será que en el futuro el TDAH, será  estudiado como otro error de la ciencia, así como hoy vemos la lobotomía?

Gustavo Córdova Rodríguez
Filósofo y Educador


PD. En una página  pro TDAH aparece personajes con éste  síndrome: Michael  Phiels  (múltiple medallista olímpico  en natación), Albert Einstein  (me suena el nombre, pero no encontré información acerca de ese señor), Leonardo Da Vinci (la mente más  prolífica del Renacimiento, anatomista, arquitecto, pintor, inventor, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, musico, poeta y urbanista. Si paso por alto algún  oficio, que me perdone Da Vinci), Tomás Alva Edinson (conocido por ser el creador de la bombilla eléctrica, pero además posee el mayor número  de patentes registradas, era conocido como el Mago, por su capacidad de inventiva). Sólo nos queda darle gracias a Dios que no fueron estigmatizados con el TDAH, porque otro sería  el mundo si esas mentes e inteligencias magníficas las hubieran mutilado con medicamentos tranquilizantes.

viernes, 10 de octubre de 2014

Docencia, hipnosis y estímulo

Docencia, hipnosis y estímulo.


En algún momento  de nuestra  infancia descubrimos la hipnosis en alguna  película, dibujo animado o serie, en la cual se utilizaba el control mental como argumento para dormir  a una persona o poseer el control de su voluntad.
Hay seres que poseen la capacidad de hipnotizar a las multitudes y no estoy hablando de los magos y prestidigitadores, hablo de algunos maestros que apenas abren su boca logran que sus alumnos entren como por arte de  magia  en estado de letargo, o dormición.

Siempre me he preguntado ¿es que estos maestros no se dan cuenta que el  público (alumnos) se están durmiendo? Es notorio que hay veces que uno como alumno ha pasado mala noche o está enfermo y tiende a realizar el famoso cabeceo, que es el movimiento oscilante y no premeditado de las personas que entran en un proceso de sueño estando sentado. Pero específicamente me refiero al hecho de aquellos profesores que parecieran tener un profundo somnífero en la garganta, pues no han terminado de dar su saludo de entrada a la clase, cuando más de la mitad de los alumnos se encuentra luchando con el sueño.

Yo he tenido más de un docente así y a ellos les doy gracias,  porque soñé mucho en sus  clases. En el siglo XVIII , Goethe escribió "la juventud quiere mejor ser estimulada que instruida". Cierto y profundo el pensamiento de este literato, pero a la vez es triste que tres siglos después, quienes trabajamos con jóvenes todavía no le hagamos caso.

Cuando hablamos de estimular, pensamos bien en incitar, ayudar para que algo suceda, mas sin embargo, la primera definición de la RAE tiene que ver con su raíz latina, y es aguijonear, pichar o punzar, ese es el verdadero estímulo. Un docente estimula cuando con sus palabras, con sus gestos, con su vida pincha en el pensamiento de sus alumnos para que se activen y entre en el movimiento del pensar, del descubrir, del hacer. Eso lo hizo Sócrates, a través de la mayéutica (el arte de dar a luz a las ideas), eso lo hizo Jesús con sus discípulos, hablándoles en parábolas y eso lo hacen los grandes maestros que disfrutan dando clases y quieren que sus alumnos encuentren la verdad por sí mismos. Sólo se estimula, cuando (a) los alumnos hacen conexión emocional con el docente (que los alumnos reconozcan al docente como una persona que les importa sus pupilos), (b) cuando el docente tiene autoridad, y no hablo de poder sino de la autoridad de quien como Jesús lo que  decía  lo hacía, (c) cuando el docente posee buen humor y en su clase sin ánimo de convertirla en un circo, es para los estudiantes un espacio donde se disfruta aprendiendo y (d) cuando el alumno se siente persona en ese espacio de aprendizaje, donde él  importa, donde no es un número más, donde no es una calificación, donde no es un cliché o etiqueta, en ese lugar donde se posiciona como un ser, como un alguien y puede expresarse libremente y crecer en compañía de iguales.

Ahora bien, para algunos esto es utopía, para mi es realidad. Tengo amigos docentes a quienes los alumnos les llaman cuando no van a clases porque extrañan la materia, también colegas que estudiantes de otras secciones entran a sus clases porque son muy buenas y así varios ejemplos. Por eso considero que si es posible, y cuando Goethe habló de estímulo, se refirió a su época, pero como todavía la situación sigue igual, pareciera que le hablara al siglo XXI.  Lo interesante de todo esto, es que todos  somos maestros, porque siempre alguien podrá aprender de nosotros. De ahí que sea tan importante la frase de Goethe: "la juventud quiere mejor ser estimulada que instruida". Estimulemos más, instruyamos menos.

Gustavo Córdova Rodríguez 
Filósofo y Educador 

Colofón: gracias a todas esas personas que han sido para mi maestros, de quienes he aprendido y sigo aprendiendo. Quien quiere enseñar, si tiene humildad y amor lo hace. Por eso gracias, algunos ya no están en esta vida, otros los encuentro en la virtualidad  del ciberespacio y otros comparten conmigo el día  a día. A todos ellos, gracias.