El cuerpo humano está diseñado de una manera compleja y magnífica. La
mente, el ser, la personalidad, el sentido de la vida, entre otros, ha sido
siempre tema de pensamientos y disertaciones sobre la persona. La antropología
filosófica al referirse a la persona humana la define como un misterio debido a
la profundidad y trascendencia cada persona, pero es un misterio que invita a
ser develado y por ello la ciencia y la filosofía desde sus orígenes se han
preguntado por el ser humano. Ya desde la antigüedad Sócrates (470- 399 a.C.)
lanzó una frase que es patrimonio de la
humanidad “sólo sé que no sé nada” y en el pórtico del Templo de Apolo estaba tallado en
piedra el Oráculo de Delfos “conócete a ti mismo”. Lo cierto es que dos mil
quinientos años después estamos todavía develando los misterios de la persona.

En esta temática del misterio del ser humano, muchos se preguntan por
qué hay personas que se dedican al servicio de los otros, que son felices en ayudar,
que eligen carreras y estilos de vida que están relacionadas con el altruismo
(ayuda a los otros). A muchos de nosotros nos ha llamado la atención
encontrarnos nuestra maestra después de muchos años y ver que pareciera que los
años no han pasado por ella. Ver que está igual después de algunos años nos
interpela. O al doctor que fue nuestro pediatra y ahora es el médico de nuestros
hijos, aunque está mucho mayor, no aparenta la edad que le
calculamos.

Algunos se preguntan: ¿Cuál es su secreto? ¿Será que tiene acceso a la
piedra de la eterna juventud? La respuesta es que no tienen la piedra de la
juventud y en cuanto a la primera pregunta no se conoce la respuesta. Por lo
menos no hasta ahora. Aunque la respuesta podría estar, en cierta medida, en datos que conocemos gracias a los avances en el campo de la
neurociencia, en particular la Neurociencia afectiva que propone el psicobiologista y
neurocientífico Jaak Panksepp, de la
Washington State University, quien junto a su equipo de trabajo, han descubierto en estudios recientes nuevas
funciones de la dopamina (neurotransmisor, que tiene muchas funciones en el cerebro, incluyendo papeles importantes en el
comportamiento y la cognición, la actividad motora, la motivación y la
recompensa, el sueño, el humor, la atención, el aprendizaje y el placer). De la dopamina se conoce y se ha comprobado su liberación en el cerebro en situaciones que
producen agrado (risa, abrazos, caricias, comer, lectura, entre otros) y ahora
se ha descubierto que cuando se realiza una buena acción el cerebro libera este
neurotransmisor, originando un mecanismo de refuerzo-recompensa lo cual crea en
la memoria un recuerdo agradable conllevando a la persona a que actúe de la misma manera en situaciones
futuras similares. Es decir, el
cerebro te recompensa con un caramelo de placer cada vez que realizas una buena
acción y por otra parte está diseñado para hacer el bien.

En cierto sentido, hacer el bien como opción de vida se hace
consustancial al ser, a la personalidad, evidentemente al proyecto de vida y
parte desde el accionar de la mente. Por eso, una persona que cotidianamente
posee un cerebro que está liberando dopamina debido a la gratificación
automática por la realización de buenas obras, mantiene su organismo en un
estado de bienestar constante, el cual se ve claramente reflejado en la sonrisa
que prácticamente identifica su persona, en la cara relajada (en la cual muchas
veces hay ausencias de marcas de expresión, como las “patas de gallo” debido a
no mantener los músculos de la cara contraídos por estrés) y hasta en algunas
personas se ve lozanía en el rostro. Por otra parte, la dopamina al producir
bienestar regula la tensión arterial y el estrés. En fin, son muchos los
beneficios que obtenemos por el simple hecho de hacer buenas acciones. Por
ello, las personas que hacen constantemente el bien, perduran en el tiempo,
pareciera que envejecen más lentos.
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El papa Francisco tiene 78 años de edad |
Es interesante el descubrir que el cerebro está diseñado para
recompensar la acción con gratificación mediante la dopamina y como ya se ha
dicho arriba son muchos los beneficios de este neurotransmisor. Así que, la
persona que quiera verse joven, no debe gastar tanto dinero en cremas y
tratamientos estéticos, hay un tratamiento más económico y natural: hacer el
bien. En consecuencia mis queridos lectores, “hacer el bien, te hace bien” para la salud.
Gustavo Córdova Rodríguez
Filósofo- Educador