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domingo, 17 de agosto de 2014

Robin Williams, una broma no cuesta nada

Robin Williams,  una broma no cuesta nada.

Ésta semana Hollywood se vistió de luto al conocerse la noticia de la desaparición física del gran actor Robin Williams.  Lo más triste de la noticia fue cuando se dio al conocer la causa del deceso, suicidio. En menos de una semana, han corrido ríos de tinta narrando el fatídico final o tan solo comentando la vida del muy conocido actor.

Es importante destacar que nadie toma la decisión de acabar con su vida así nada más,  vivir es muy bueno y el suicida atenta contra su vida porque los episodios de depresión le nublan la visión para divisar la bondad del vivir.
Mi objetivo al escribir éstas líneas no es juzgarlo o justificarlo, pero si recordar que Robin Williams siempre reconoció sus demonios (alcoholismo y drogadicción) y hacía mofas de ello siempre que lo entrevistaban. Él, como actor,  logró con la genialidad que lo caracterizaba desempeñar impecables interpretaciones tanto en el drama como en la comedia.  A mucho nos hizo reflexionar cuando interpretó  el profesor irreverente de la Sociedad de los poetas muertos, o la risas que nos reventaron los lagrimales en la comedia de Mrs Doubtfire, por nombrar dos de sus  múltiples películas. Algo que me llamó la atención fue leer una anécdota en estos días, resulta que Christofer Revee  (Superman de los 80) era amigo de Williams,  desde su época de estudiante en el Instituto donde cursaron actuación. Después del accidente equino que dejó parapléjico a Revee, Williams se hizo cargo de los gastos que el seguro no cubría y siempre estuvo atento de Christopher como uno más de la familia . Además de este gesto de solidaridad, que no es para nada simple, me impactó el conocer que momentos antes de una complicada operación de recolocación del cráneo en la columna, de la que Reeve sólo tenía un 50% de posibilidades de salir con vida, Williams se presentó por sorpresa en la habitación del hospital haciéndose pasar por un proctólogo ruso dispuesto a “hacer un examen rectal a Superman”. “Era un momento especialmente oscuro de mi vida y de repente abrió la puerta un tipo bajito con un gorro azul, bata quirúrgica y gafas que hablaba con acento ruso”, contó después Reeve. “Me reí por primera vez desde el accidente. Mi viejo amigo me ayudó a saber que, de alguna forma, todo iba a salir bien” (cinemania.es).  Esa forma de ayudar al amigo, con la creatividad y el talento que de él desbordaba,  me hizo recordar que una broma no cuesta nada.

Los estudiosos de la comedia saben que la misma, como manifestación del arte es límite en la apreciación y el gusto,  por ello agrada o no. Hay que personas que les gusta un comediante y a otras les  parece de  lo más aburrido del mundo. Pero, más  allá del agrado o no,  si algo he comprobado en mi vida es, que la sonrisa en la cara, contagia buenos momentos alrededor de quien la lleva. Permítanme contarles una anécdota: como un  sello personal cuando compro o adquiero algún bien o servicio que no es consumible en el momento utilizo la frase de la comida fats food  !Por favor para llevar! Eso aplica a un bombillo, un jabón de baño, entre otros. Eso lo hago tanto por mis problemas psicológicos (así dicen algunos),  como también por una cruzada personal para interactuar con los cajeros y cajeras que muchas veces son vistos más como máquinas que como personas (hay muchos  clientes que ni dan las gracias por los servicios prestados). Innumerables veces  he pronunciado la frase para llevar por favor  y he recibido: risas, miradas desconcertadas, miradas inquisidodoras, dialogos vivaces con la famosa respuesta  no si quiere se lo come aquí, pero de todas ellas la que más me ha llegado al corazón y me anima en esta cruzada fue la experiencia que tuve en un supermercado hace alrededor de un año. Eran cerca de las cinco de la  tarde y en el momento que me estaba chequeando un paquete de pañales lancé la frase por favor para llevar, en ese momento la cajera sonrie y luego de una breve risa entre alegre y melancólica me dijo: señor gracias, porque en todo el día no me había reído por estar pensado en todos los problemas que llevo encima. Les confienso que yo no supe que decir, recuerdo que me sonreí con ella, le di ánimo y al llegar al carro, con el corazón chiquito pensé: cuánto alcance puede tener una broma. Ese episodio me animó en seguir esta pequeña cruzada que ojalá otros la asuman, pues no sabemos el alcance que tienen esos pequeños detalles en la vida de los demás. Por eso, igual que el buen Robin Williams le jugó la broma su amigo Christopher Revee, nosotros debemos mirar mas allá ,  pensar que una broma no cuesta nada.

Gustavo Córdova Rodríguez
Filósofo y Educador

La prueba más clara de la sabiduría es una alegría continua.
Michel de Montaigne

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