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miércoles, 16 de marzo de 2016

La persona ideal.


La persona ideal


En la antigua Grecia se gestó el estoicismo como corriente filosófica, fundada por Zenón de Citio, que a diferencia de Platón que ostentaba ese apodo por su amplia espalda, Zenón no tenía mayor protuberancia en su pecho. El estoicismo estuvo vigente entre el  400 y el 300 a.C,  aun así su pensamiento deja secuelas en la cultura actual.  Los estoicos proclamaban  que se podía alcanzar la libertad y la tranquilidad tan sólo siendo ajeno a las comodidades materiales, la fortuna externa y dedicándose a una vida guiada por los principios de la razón y la virtud (idea conocida como imperturbabilidad o ataraxia). Exponentes posteriores como Epicteto expresaron la idea que la felicidad consiste en ser libre, es decir, en no desear nada. Algo me hace ruido con la falta de deseo y es que el deseo muchas veces mueve la voluntad. El deseo de Bolívar por ver libre a su pueblo conllevó a libertar cinco naciones, el deseo de Tomás Alba Edison de realizar la bombilla incandescente le mantuvo firme frente a 1600 fracasos, el deseo de Steve Jobs de cambiar la visón de la tecnología y hacerla bella y práctica trajo consigo la iMac y luego el iPhone, la iPad y el resto es historia.


Thomas Edison, creador de la Bombilla incandescente
Steve Jobs, presentando el iPhone




La falta del deseo y la felicidad van de la mano en el mundo estoico. Aunque se puede diferir de ese pensamiento, es viable aplicarlo a las relaciones interpersonales, porque es común el deseo utópico de la “relación ideal” la cual conlleva al fracaso en la vida de pareja, en las amistades, en las relaciones entre hermanos, padres e hijos y pare de contar. En las relaciones humanas conflictivas es frecuente encontrar, en una de las partes o en ambas, la idea ilógica y dañina de pensar que la otra persona debería ser como yo la deseo, y como eso no se da –por lo menos en el planeta donde yo habito- las personas tienden a sufrir y a vivir un día a día no muy grato. En estos casos, ese no desear estoico nos hace mucho bien, aunque me va mejor la aptitud de la aceptación, aquella que consiste en aceptar al otro tal cual es.

Todo esto se puede dar en cuanto se ame a esa persona. Conozco mucha gente que dan lo mejor de sí para ser mejor cada día, tratan de ser como un plus de sí mismos y por otra parte me encuentro que sus seres cercanos y queridos (familiares, padres, hijos, pareja…) no aprecian el esfuerzo que hacen cada día esos seres excepcionales. Frecuentemente tenemos lo que se denomina la mejor versión de esa persona frente a nosotros, pero en nuestra mente estamos insatisfechos, porque vemos que todavía “!como que le falta algo¡”; lo triste es que alrededor conocidos y cercanos vanaglorian a esa persona, con frases como: “tu papá sí es bueno, tu hermana me cae de lo mejor, tu pareja se ve que es buena persona” y lo insólitamente cotidiano es la respuesta de muchos(as), quienes cual canción de Guaco repiten al unísono:  “¡sí, cómo no!, viví con ella/el, puro dolor”. No podemos olvidar los casos de luz para la calle y oscuridad para la casa, pero desde el optimismo de quien escribe, considero que la mayoría de las personas no viven en esa mentira.

Siguiendo con nuestros amigos estoicos podemos decir que es fácil vivir sin desear, aunque –como ya lo dije- considero mejor la idea de aceptar a esos seres que me regala vida y nos llenan de felicidad. De nada nos sirve verles sus errores en su vida biológica y lamentarnos en un vacío existencial cuando mueren. Es más, hay un refrán de sabiduría popular que afirma lo que expongo: “todo muerto es bueno”.  Cuando pensamos en discutir y distanciarnos de un ser querido, imagínese y dígase en un dialogo interior: ¿qué voy a extrañar de ella/él cuando ya no esté? Y verás que son más las bondades y virtudes que  los defectos que demuestra.
Si tu papá, mamá, hijo/a, pareja… está en la mejor versión  de sí, acéptala y da gracias que forma parte de tu vida. No desees que sea la ideal (que por cierto solo existe en tu mente, acéptala y amala tal cual es, porque no sabes cuándo será el día que ya no esté a tu lado.

Gustavo Córdova Rodríguez

Filósofo y Educador 

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