Si volviera a nacer
Después de las vacaciones volver a la cotidianidad del trabajo supone para muchos una carga. En la actualidad se habla de estrés post vacacional (falta de adaptación al trabajo después del período de vacaciones y de ocio) y quien posee éste tipo de estrés presentan algunos síntomas como fatiga, falta de sueño, irritabilidad, tristeza, cansancio, entre otros.
No se ustedes, pero yo crecí escuchando la palabra estrés, aunque siempre me hizo ruido el hecho que dicha palabra y todas sus complicaciones en alto grado eran desconocidas por nuestros abuelos. Me refiero al hecho que es muy habitual sufrir hoy de estrés. Con ello no digo que antes no se sufriera, pero hay que reconocer que la sociedad pareciera haber adelantado la marcha de las agujas del reloj y con ello acelerar nuestras preocupaciones y angustias.

Volver al trabajo, es para algunos el origen de un desasosiego, pero ésta semana pasada al encontrarme con mis compañeros de trabajo,
quienes venían con sus rostros sonrientes y posteriormente escucharlos hablar de los retos de este nuevo año escolar, me hizo dudar de la existencia del síndrome post vacacional. Ahora bien, se que dicho estrés que no existe, pero también tengo la seguridad que cuando hay pasión por la profesión, se es feliz ejerciéndola.
Una persona se crece y hace crecer a los demás, cuando se realiza trabajando en lo que le apasiona.

La maestra Lesbia, es una docente egresada de la
escuela normal (la Escuela Normal en Venezuela, fue durante gran parte del s. XX, la institución nacional que formó a la mayoría de los maestros del país, dicha formación se basaba en la vocación y en la mística. Todo ello previo a la expansión de las licenciaturas en educación en las universidades). Lesbia es una mujer elegante, reconocida por su buen gusto al vestir, su copete levantado cada mañana con fijador de cabello y sobretodo por su bondad y ternura. Ella pertenece al club de la juventud acumulada, pues ha pasado dignamente el umbral de los 60 años de edad, años que lleva con la belleza, la vida, la fuerza, la energía y mística que trasmite día a día. Los años de experiencia han hecho de ella una fuente de sabiduría de vida y de conocimientos a nivel laboral, lo que la hace digna de admiración. Sus colegas la reconocen así, pero el secreto -desde mi perspectiva para ser reconocida por muchos- es su
humildad.
En una ocasión cuando dictaban un curso sobre el tema de valores en la institución donde ella labora, las maestras colocaron a Lesbia como ejemplo. Fue un momento grato porque muchos hablaron de su labor y abnegación. Palabras hermosas surgieron de los labios de las maestras que siempre han encontrado en ella, una maestra de la vida y sobretodo una madre. Lo más notorio es que las maestras son licenciadas y algunas tienen estudios de postgrado, pero acuden a ella porque saben que ella sabe.

Cuando habla el corazón se tumba las paredes del discurso retórico e inflado, y en medio de tanta emoción Lesbia, contó cual era unas sus realizaciones personal y profesional, y era poder ayudar a aquellos niños que les costaba aprender a leer, cuando ya el resto de la clase estaban iniciados en la lectura, normalmente esos niños los remiten a ella. Con la dulzura que sale de sus labios cada vez que habla, con la pausa y calma de quien sabe que está diciendo lo correcto, exponía la alegría que sentía al ver como esas personitas aprendían a leer y nos dejó como regalo su método, que lo mejor es que no es complicado y muy eficaz, el cual me atrevo a resumir en: (a) amar a esos niñitos , (b) creer que ellos pueden y por último (c) reconocerles sus logros. Con suma bondad nos dijo, que si ellos no recordaban luego que ella les enseñó a leer, cuando era un gran obstáculo para ellos, no importaba, lo que verdaderamente importaba, es que ellos ya podían valerse solos, ya podían sumergirse en un nuevo universo, en el mundo de las palabras y los conocimientos,
porque ya sabían leer. Luego de esa profunda enseñanza cerró con una frase como colofón, que dice más de ella que cualquier otra anécdota que nos pueda contar, nos dijo:
Muchas personas se quejan de su profesión, pero yo les digo !Que si yo volviera a nacer, volvería a ser maestra!
Que distinto sería el mundo, si cada uno de nosotros desde nuestro sitio de trabajo, nos reconozcamos útiles y capaces de hacer algo porque quienes nos rodean se sientan mejores y crezcan como persona.
Ahora surge la pregunta: ¿qué estoy haciendo en mi trabajo, para quien se acerque a mi se sienta mejor y crezca como persona?
El ideal, es realizarse en el oficio o en la labor que uno hace, y decir que como me hace feliz y con ello hago feliz a los demás, lo haría otra vez
si volviera a nacer.
Gustavo Córdova Rodríguez
Filósofo - Educador
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