Este blogs ha sido visitado el número que lees abajo. Gracias se escribe pensando en ustedes.

lunes, 12 de octubre de 2015

¿Cómo crear un monstruo?

¿Cómo crear un monstruo?

     En el imaginario popular  de  prácticamente todas las culturas, existen diversas historias de personajes terroríficos y espantosos que acechan a las personas produciendo en ellas gran temor.  La escritora inglesa Mary Schelley,  en 1818 publicó su novela Frankenstein, la cual ha quedado inserta en el subconsciente colectivo de la humanidad moderna.  En 1965, se estrena la serie animada El Monstruo Milton, que al igual que la creatura de la novela de Schelley  fue hechura de la mano del hombre. Guardando las diferencias de las historias, en ambas encontramos un tema en común: la capacidad de la persona humana de crear seres capaces de producir miedo y terror: los monstruos.

   
      Recientemente la frase: ¡tú la conoces! Dio como consecuencia  el levantamiento de las  cejas, apertura de los ojos,  dilatación de las pupilas, respiración profunda, distención de la quijada, en fin,  un total y profundo asombro.  Esa expresión, que muy difícil se puede ocultar cuando se habla entre cercanos, fue consecuencia de una conversación donde se describía a una persona  que por su posición de poder y estando marcada (ortodoxamente) por una ideología político-social, siempre humillaba, criticaba y vejaba  a quienes expresan diferencias a su credo ideológico o  que proviniesen de un sector laboral -donde en el pasado reciente ejerció profesionalmente-.  Lo medular y angustioso es,  que todos (los humillados, criticados y vejados) tienen la necesidad de acercarse a ella periódicamente,  pues necesitan de sus buenos oficios y de  su firma en los  requerimientos burocráticos indispensables para el funcionamiento de sus empresas.
     
      En la actualidad la mayoría de nosotros nos quejamos de la falta de valores y de la ausencia de humanidad en las relaciones interpersonales. En los trabajos, quienes tratan de manera déspota a sus semejantes producen -además del miedo que conscientemente quieren transmitir – rechazo por parte de la colectividad perseguida y humillada, pero lo más triste es que cual novela de ficción se crean monstruos. Permítanme contarles una historia:


 -Cristal era una persona acostumbrada a  dar todo por el todo en su trabajo, siempre llegaba temprano y daba mucho más de lo que se le exigía. Era una buena compañera, pero sobretodo creía en su profesión y en la empresa donde laboraba.
-Un día tuvo un accidente laboral, se cayó en su sitio de trabajo y como consecuencia se fracturó una pierna. La ley laboral del país donde ella ejerce su profesión obliga al patrón (la empresa) a pagar el sueldo (mientras esté suspendido) y la factura médica al trabajador que sufra un accidente estando en su sitio de trabajo. Cristal, se fracturó la pierna, pero quien era su jefa directa no le reconoció el accidente. La jefa, no permitió que los testigos del accidente hablaran en favor de Cristal bajo la amenaza de  despedirlos.
Nadie la defendió, nadie la ayudo, nadie se portó como lo haría una buena persona con ella, los valores de la empresa de nada servían. Ese día –además de un hueso de su pierna- se quebró algo más, se quebró su alma. La falta de humanidad a su alrededor y la conducta déspota y despiadada habían sembrado la semilla de la monstruosidad en el alma de Cristal.
Años después –como en el Conde de Monte Cristo, de Alejandro Dumas- por jugarretas del destino, Cristal llegó a ocupar un cargo burocrático, donde supervisa y firma todos los documentos de permisología para el funcionamiento de la empresa y de la corporación donde en otrora ella laboró y donde fue muy maltratada.
Cristal en la actualidad, se comporta de tal manera que produce miedo en las personas que se le acerca –y con mayor énfasis en los que pertenecen a la corporación- , ella (para muchos) se ha convertido en un monstruo.


A veces,nosotros tenemos cuota de culpa del comportamiento de los demás.
      Se me hace necesario acotar, que la percepción nos hace diferentes. Si bien, existirán siempre personas a nuestro alrededor que nos harán daño, la decisión  del alcance de esas acciones en nuestra vida están en nuestra manos –o mejor dicho en nuestros pensamientos-.  Siempre tendremos dos opciones: uno, vivir en el pasado,  repitiendo nuestros traumas constantemente en nuestra mente, o  perdonar y pasar la página (que es lo más sano).
 
     Sin querer, o con toda la intención del mundo(tristemente), podemos crear monstruos a nuestro alrededor siendo estos resultado de nuestro comportamiento cotidiano y podemos hacer de nosotros unos monstruos para nuestros semejantes con nuestra acciones. Meditemos, ¿habrá personas a nuestro alrededor que les trasmitimos miedo? ¿existen personas que nos tienen terror? Esas personas -para mas dolor en el mundo- mucha veces son con quienes tenemos más contacto y a quienes más nos debemos. La idea es creer en la utopía de Un mundo mejor y no aprendernos la receta de cómo crear un monstruo.

Gustavo Córdova Rodríguez
Filósofo y Educador

domingo, 12 de julio de 2015

Sin la amistad, el mundo es un desierto


Sin la amistad, el mundo es un desierto
Sir Francis Bacon (Filósofo y estadista británico)

 En la sociedad 2.0, la comunicación entre lejanos es algo tan tangible como estrechar la mano en un saludo cotidiano en el mundo físico. Las redes sociales han llevado al encuentro de personas que se habían alejado en el tiempo y la distancia. Desde ya algunos años atrás el Facebook nos creó la ilusión de tener un millón de "amigos", pero a su vez nos demostró lo interconectados que estamos, pues mi amigo es amigo de una amiga que yo no sabía que eran amigos (esto sólo lo entiende quien está en Facebook desde sus orígenes), pero más allá de ésta interconexión  y hago con esto un poco de historia, la red social sirvió para realizar grupos y reencuentros de ex-alumnos, de egresados, de pueblerinos que marcharon a las grandes ciudades y nunca más se volvieron a ver. Esos eventos tuvieron gran auge en años anteriores.
Posteriormente, los encuentros han ido bajando en frecuencia ya todos están conectados (o así parece ser) y como que ya se le perdió la gracia. Recientemente una amiga de la infancia me escribe por el messenger del Face que estaban haciendo un grupo de Whatsapp de los compañeros de estudios de la infancia. Antes de seguir tengo que explicar que la escuela donde asistimos pertenecía a una empresa cementera y en ella estudiábamos desde preescolar hasta sexto grado (fin de la primaria en Venezuela), los alumnos que allí asistimos eramos hijos de los trabajadores de la empresa. Allí el hijo del jefe, del obrero, del contador o del maestro de la escuela aprendía y convivían en una aula de clase donde no había distinción de clases, ni género, raza o estatus social. Todos fuimos compañeros, amigos y hermanos, nuestros padres trabajaban juntos y a su vez eran compañeros y amigos. El resultado de esa interacción aunada a la conducción de los grandes maestros y maestras que tuvimos fue que la escuela era verdaderamente una extensión del hogar pues en ella nos sentíamos en familia.
Volviendo al presente, como les comentaba mis queridos lectores, me informan que se estaba formando un grupo de whatsapp y el objetivo era realizar un encuentro de ex alumnos. Cada vez que aparecía un número nuevo que iba acompañando por un nombre de esos compañeros de antaño, se despertaban áreas de la memoria que permanecían dormidas en estado latente como si esperasen ser despertadas para inundar el cuerpo con dopamina (neurotransmisor que ayuda en la sensación de bienestar y felicidad) y motorizar los músculos de nuestro rostros para producir sonrisas naturales y gratificantes. El grupo se creó y en ese intercambio de comentarios, anécdotas y recuerdos, se fueron añadiendo nuevos - viejos integrantes pues sus contactos telefónicos fueron conseguidos en algunos casos al mejor estilo de CSI.
El día del encuentro llegó, algunos no pudimos asistir otros ya se encuentran fuera del país desde hace ya algunos años. La alegría junto con la nostalgia de aquella infancia feliz, inundaba en frases y fotos en el grupo virtual. Días después nos reencontramos, en esa oportunidad pude asistir y allí fue donde en medio de tanta alegría re-descubrí que la amistad supera el tiempo y el espacio. En ese lugar estábamos sentados amigos que algunos casos teníamos veintidós años sin vernos, más la confianza y el afecto con el que interactuamos era como si nunca hubiéramos estado lejos. Allí estuvimos sin ostentar títulos académicos, pertenencias o capital acumulados. Nada de eso ocurrió, pues quienes compartieron no eran más que los chiquillos que crecieron juntos y son amigos en la distancia, que aunque en muchos casos no han compartido mucho en su historia posterior a la primaria se sienten familia.
El contacto ha seguido, quien está lejos y añora su patria encuentra en ese grupito de whatsapp un oasis de su tierra, quién está atareado por sus obligaciones del día a día encuentra en las ocurrencias de algunos locos que estamos allí su relax, hay quienes bendice y todos las mañanas alguien comienza con el buenos días, que tanta falta hace. 
Agradezco la infancia que tuve, me enorgullece haber estudiado en esa escuela, que más allá de la calidad académica que sentó bases en mi formación profesional, me entregó un puñado de amigos que se extiende en el tiempo y en el espacio con el cariño que sólo se aprende en la familia. Si luego de adulto he aprendido a ser amigo, he allí en el lapso de tiempo llamado escuela donde se forjó las raíces de una personalidad que tiene como referente que amigo es ser familia. Un gran filósofo inglés llamado Francis Bacon, escribió "sin la amistad, el mundo es un desierto" y no sé ustedes pero yo estoy de acuerdo con él.
Gustavo Córdova Rodríguez
Filósofo y Educador

sábado, 13 de junio de 2015

No es fácil ser padre

Recientemente el sufrimiento ha entrado  por la puerta principal y sin pedir permiso al hogar de un gran  amigo. Su hija mayor adolescente como consecuencia  de los cambios hormonales  y producto de la sinapsis irregular propio de la edad, se ha marchado  de su casa. El tema del joven que abandona su hogar es extenso de abordar, pero en esta oportunidad quiero enfocarme en el mundo vital de los padres.

La naturaleza está  diseñada  para que los padres dejen ir a sus hijos cuando ya han aprendido  a volar, cuando los progenitores sienten que su labor está acabada. La complicación se suscita cuando vuelan antes de tiempo y sus padres saben que ni están  preparados, ni se han ido de la mejor manera. Así  exactamente es la realidad que conocí  en estos  días. 
Cual espectador de una tragedia griega, vi sus rostros ofuscados por el dolor que parte el alma, ese dolor que amarra las comisuras  de los labios e inhibe la sonrisa y fue allí que en medio de la empatía, pues como ellos también soy padre, que pensé:  si los hijos supieran cuanto sufren los padres por ellos, si ellos pudieran tener la capacidad de observar  el desgaste mental que tenemos los padres pesando en nuestros hijos y su futuro, si pudieran hacerse con un don para sentir cómo el corazón se retuerce  cuando un hijo  sufre o enferma.
Si pudieran... o mejor dicho si nosotros hubiésemos  poseído esa capacidad o don sobrenatural, otro hubiera sido nuestro comportamiento en la adolescencia y  madurez  temprana. En una oportunidad le escuche a un sabio - de esos que se cruzan en nuestro camino y por quienes siempre hay que tener los oídos abiertos- que el amor de los padres es incondicional, en cambio, el amor de los hijos es condicionado. Tristemente, como hijos estamos siempre a la expectativa del afecto y la entrega de nuestros padres, sin importar la edad que tengamos, pero no siempre es recíproco de nuestra parte la entrega y el afecto que solicitamos. La sociedad actual, los avances de la ciencia, la comodidad del hogar, nos ha llevado a cambiar la percepción de nuestra temporalidad. Nos percibimos inconscientemente como seres eternos en este mundo, siendo esto la más grande falacia de la vida. Nadie sabe cuando dejará de existir en este espacio y tiempo, por ello no podemos postergar los abrazos, besos, los te amo para los seres queridos. Como padres estamos en una situación límite, vivimos con la ansiedad del futuro de nuestros hijos, más no por ello tenemos escusas para dejar de compartir y vivir su presente. 
Los hijos deben estar consciente del amor que sentimos por ellos, de ahí que es casi obligado dárselo a conocer mediante la comunicación cotidiana y el afecto expresado en gestos explícitos (abrazos, besos, risas, compartir). Puede ser que aunque el cerebro haga malas sinapsis, y llegue la rebeldía de la adolescencia, el soporte del amor resuelva los conflictos propios del cotidiano vivir. Esto es un pequeño consejo porque sé que no es fácil ser papá. 

Gustavo Córdova Rodríguez
Filósofo y Educador

lunes, 4 de mayo de 2015

Como el astronauta.



En ocasiones los adultos nos molestamos con los jóvenes porque están comúnmente dados a la alegría, hay personas que se fastidian de tantas carcajadas, de tantas risotadas. 


Con el pasar de los años la alegría va quedando atrás, de hecho se habla de  aquella alegría de la juventud, y nos preguntamos: ¿por qué nuestra cabeza se llena tantas preocupaciones  y con ello se apaga el brillo de la sonrisa? ¿por qué los jóvenes rien con tanta facilidad? ¿qué hace de ellos personas que disfrutan de la vida? El gran escritor checo Franz Kafka escribió "La juventud es feliz porque tiene la capacidad de ver la belleza. Cualquiera que conserve la capacidad de ver la belleza jamás envejece". 


Hay dos etapas de la vida donde la persona se encuentra como el astronauta quien por primera vez traspasa la atmósfera terrestre y vive la experiencia de disfrutar la inmensidad del espacio, la ausencia de gravedad, la belleza de nuestro planeta, tantas motivos para maravillarse. Esas dos etapas son la niñez y la juventud, donde todo es nuevo en la infancia, y donde los cambios físicos y las nuevas experiencias en la adolescencia generan en el cerebro un bienestar fruto del agrado por lo novedoso, por los logros alcanzados, por las experiencias de afectividad (abrazos, amistades, noviazgo, entre otros), luego crecemos, "maduramos" y asumimos juntos con los compromisos y la responsabilidad de la adultez -como si fuera un paquete completo- la amargura, el desánimo, la ansiedad y la angustia. Son tantos los amaneceres que hemos presenciado, que ya no nos maravillan, ya son tan comunes los abrazos de nuestros seres queridos, que ya no nos conmueven, ya son innumerables los favores recibidos, que ya no agradecemos. ¿Será que nos hemos acostumbrados a vivir? ¿Será que el tedio se llegó a nuestro corazón? ¿Será que nada cotidiano nos asombra? 


Los jóvenes, en palabras de Kafka, ven la belleza y por ello son felices. Hay tanta razones por ser felices, tanto porque maravillarse, tanto porque agradecer, pero si nuestra mente hace morada en aquello que no tenemos, en nuestros recuerdos dolorosos o en antesala de catástrofes, sólo conseguiremos que nuestro estado de ánimo sea sombrío.

La alegría no es cuestión de ser joven o viejo,  es cuestión de la actitud mental frente a la vida. Hay que ser como el astronauta que se encuentra por primera vez en el espacio y maravillarnos en lo cotidiano, atravesar la atmósfera de lo común y vivir cada día como un regalo.

Gustavo Córdova Rodríguez
Filósofo - Educador.

jueves, 16 de abril de 2015

El secreto de la eterna juventud


          El cuerpo humano está diseñado de una manera compleja y magnífica. La mente, el ser, la personalidad, el sentido de la vida, entre otros, ha sido siempre tema de pensamientos y disertaciones sobre la persona. La antropología filosófica al referirse a la persona humana la define como un misterio debido a la profundidad y trascendencia cada persona, pero es un misterio que invita a ser develado y por ello la ciencia y la filosofía desde sus orígenes se han preguntado por el ser humano. Ya desde la antigüedad Sócrates (470- 399 a.C.) lanzó una frase que es patrimonio de  la humanidad “sólo sé que no sé nada” y en el pórtico del Templo de Apolo estaba tallado en piedra el Oráculo de Delfos “conócete a ti mismo”. Lo cierto es que dos mil quinientos años después estamos todavía develando los misterios de la persona.

En esta temática del misterio del ser humano, muchos se preguntan por qué hay personas que se dedican al servicio de los otros, que son felices en ayudar, que eligen carreras y estilos de vida que están relacionadas con el altruismo (ayuda a los otros). A muchos de nosotros nos ha llamado la atención encontrarnos nuestra maestra después de muchos años y ver que pareciera que los años no han pasado por ella. Ver que está igual después de algunos años nos interpela. O al doctor que fue nuestro pediatra y ahora es el médico de nuestros hijos, aunque está mucho mayor, no aparenta la edad que le calculamos.


Algunos se preguntan: ¿Cuál es su secreto? ¿Será que tiene acceso a la piedra de la eterna juventud? La respuesta es que no tienen la piedra de la juventud y en cuanto a la primera pregunta no se conoce la respuesta. Por lo menos no hasta ahora. Aunque la respuesta podría estar, en cierta medida,  en datos que conocemos  gracias a los avances en el campo de la neurociencia, en particular la Neurociencia afectiva que propone el psicobiologista y neurocientífico Jaak Panksepp, de la Washington State University, quien junto a su equipo de trabajo, han descubierto en estudios recientes nuevas funciones de la dopamina (neurotransmisor, que tiene muchas funciones en el cerebro, incluyendo papeles importantes en el comportamiento y la cognición, la actividad motora, la motivación y la recompensa, el sueño, el humor, la atención, el aprendizaje y el placer). De la dopamina se conoce y se ha comprobado su liberación  en el cerebro en situaciones que producen agrado (risa, abrazos, caricias, comer, lectura, entre otros) y ahora se ha descubierto que cuando se realiza una buena acción el cerebro libera este neurotransmisor, originando un mecanismo de refuerzo-recompensa lo cual crea en la memoria un recuerdo agradable conllevando a la persona  a que actúe de la misma manera en situaciones futuras similares. Es decir, el cerebro te recompensa con un caramelo de placer cada vez que realizas una buena acción y por otra parte está diseñado para hacer el bien.
En cierto sentido, hacer el bien como opción de vida se hace consustancial al ser, a la personalidad, evidentemente al proyecto de vida y parte desde el accionar de la mente. Por eso, una persona que cotidianamente posee un cerebro que está liberando dopamina debido a la gratificación automática por la realización de buenas obras, mantiene su organismo en un estado de bienestar constante, el cual se ve claramente reflejado en la sonrisa que prácticamente identifica su persona, en la cara relajada (en la cual muchas veces hay ausencias de marcas de expresión, como las “patas de gallo” debido a no mantener los músculos de la cara contraídos por estrés) y hasta en algunas personas se ve lozanía en el rostro. Por otra parte, la dopamina al producir bienestar regula la tensión arterial y el estrés. En fin, son muchos los beneficios que obtenemos por el simple hecho de hacer buenas acciones. Por ello, las personas que hacen constantemente el bien, perduran en el tiempo, pareciera que envejecen más lentos.
El papa Francisco tiene 78 años de edad
Es interesante el descubrir que el cerebro está diseñado para recompensar la acción con gratificación mediante la dopamina y como ya se ha dicho arriba son muchos los beneficios de este neurotransmisor. Así que, la persona que quiera verse joven, no debe gastar tanto dinero en cremas y tratamientos estéticos, hay un tratamiento más económico y natural: hacer el bien. En consecuencia mis queridos lectores, “hacer el bien, te hace bien” para la salud.


Gustavo Córdova Rodríguez
Filósofo- Educador


                                                                                                                                                                  

lunes, 23 de febrero de 2015

Conflictos, peleas y discusiones. Depende del cristal con que se mire


Conflictos, peleas y discusiones. Depende del cristal con que se mire


La percepción, es la capacidad de recibir por medio de todos los sentidos, las imágenes, impresiones o sensaciones para conocer algo, la cual genera un proceso donde la persona selecciona, organiza e interpreta los estímulos, para darle un significado a algo. En fin, es tan subjetivo que solo quien observa o mira es capaz de decir lo que ve y cual es el sentimiento que en el produce.

Cuantas veces, a lo mejor, no les ha pasado que estando en lugar, al cual se ha ido muchas veces, mirando algo que parece nuevo decimos: mira ¿esto es nuevo? y te responden ¡no si esto tiene aquí como nueve años!

Un caso particular y científico, es el hecho que los psicólogos utilizan imágenes para acceder al inconsciente de las personas. De ahí, que según lo que ve cada quien en las imágenes que le presentan, será la respuesta que dará y el psicólogo sacará sus conclusiones a partir de la percepción del individuo.


Muy similar es la situación tan común en los hijos y esposos ¡que nunca encuentran nada! (me incluyo), palabras más, palabras menos, es la frase preferida por millones de madres y esposas en el mundo sin importa idioma, raza, cultura o religión cuando su descendencia masculina o su compañero de vida necesitan ayudan para encontrar, por ejemplo, la camisa para ir al trabajo y según ellas está simple vista.

Hay personas que no distinguen los colores (daltonismo), como la mayoría de las personas y tienden a  confundir un color con otro.

Existen gestos que varían de una sociedad a otra. En Europa existe la tradición que los caballeros se saludan  con un beso en cada mejilla. En Venezuela, eso sólo se hace entre mujeres y cuando un caballero saluda a un dama. Ahora bien, en el hipotético caso  que un español llegase a este país suramericano, sin ninguna idea que la costumbre de saludar aquí es distinta a la de su país entre los hombres (es decir, más perdido que San Nicolás el día de las madres) y saludara a un oriundo con un beso en la mejilla, les aseguro que no podría dar el otro beso antes de recibir una descarga de violencia verbal y física por parte del saludado. Pues nos encontramos aquí, frente a dos percepciones diametralmente distintas, producto de las cultura de origen de cada individuo.

Es interesantísimo como gestos, palabras, situaciones son vistas de diversas formas, en diversas culturas y países. Hasta en el mismo hogar, frente a un acontecimiento una percepción del hecho  tiene el papá, otra la mamá, otra la hija adolescente y otra el hijo de siete años de edad. En fin, cada quien ve (percibe) lo que puede, quiere y su cerebro le permite ver. Entonces, si somos tan diferentes porque nos empeñamos en que sólo existe un lado de la verdad. La verdad es una, pero se construye entre todos. Todos tenemos acceso a una parte de la verdad. La verdad es algo más complejo que decir esto es blanco o negro. En la ciencias exactas la verdad es real y verificable (matemática, física, química), pero en el mundo cerebral de las personas la verdad le pertenece a cada quien.

Teniendo esto en cuenta nos preguntamos ¿Cuántas discusiones, impases, guerras, conflictos no hubiesen ocurrido, si se reconociese que el otro tiene también su verdad? Apegado a ello, cuando vayamos a entrar en confrontación con otra persona, hagamos un alto y pensemos. ¿Cuál será su verdad? ¿Qué estará viendo que yo no veo? ¿Qué proceso lógico utilizó para generar estas inferencias? Es recomendable tratar de mirar desde el otro, recordar que somos seres único, que cada quien percibe de manera distintas las situaciones, que la verdad la construimos entre todos y que cada quien ve dependiendo del cristal con que se mire.

Gustavo Córdova Rodríguez
Filósofo y Educador

martes, 10 de febrero de 2015

Corazón infinito

Corazón infinito

En muchas oportunidades le he dicho a mis alumnos que me gustaría que ellos estuvieran en el presídium  en el acto de grado para que vean la cara de satisfacción de sus padres. Es tan notorio en más de uno el proceso de secreción de las glándulas salivales y su producto en conjugación con la fuerza de gravedad (traducción: se le cae la baba por los hijos). Eso personalmente lo admiro, y reconozco que a mi también me pasa con los pequeños grandes logros de mi hijos (que todavía están chiquillos), y comprendo esa emoción de satisfacción, orgullo y alegría. Claro ejemplo es el de una madre que ve a su hijo alcanzar una meta, agradece a la vida por el triunfo obtenido, pero a su vez mira esa meta como un logro personal. Recientemente les decía a mis padres que ya llevaban siete títulos académicos y es que cada título de un hijo es a su vez de su madre y/o de su padre, porque nadie nace solo o se hace solo. Siempre hay alguien a quien le debemos, siempre hay que agradecer.
 
 

Por otra parte, las desdichas de los hijos también son las de sus padres, y particularmente en la sociedad venezolana -que es matriarcal por antonomasia- de las madres. Conozco el  caso de una madre que vendió su casa para mudarse a una ciudad a 10 horas de su residencia de toda la vida para estar cerca del hijo que está pagando condena en la cárcel. Demasiados padres y madres sufren de depresión como producto de las preocupaciones por los problemas de sus hijos. En alguna oportunidad escuché que el amor de los padre hacia los hijos es incondicional,  pero el amor de los hijos a los padres es condicionado. Ésta frase se ha convertido en una verdad en mi vida, de manera muy especial a partir del momento que empecé a ser papá (por cierto tengo tres hijos, todos pequeños y es una locura la casa... pero FELIZ), pues es una verdad como que el sol ilumina, que uno dejaría de comer para que un hijo coma, que un verdadero padre, una verdadera madre daría su corazón, para que el hijo viva.
 
 
 Pensando en ello, en las alegrías y en las tristezas, en los triunfos y en los fracasos de las personas y en como afecta la vidas de tantas madres, de tantos padres, le dije a mi esposa en medio de una conversación en estos días: ni siendo los mejores hijos, nunca podremos ser lo suficientemente agradecidos del amor que nos profesan nuestros padres. Pues cuando se tiene un hijo, en las buenas personas el corazón se agranda, a tal punto que el amor por los hijos convierte un corazón humano y mortal en un Corazón Infinito.
 
Gustavo Córdova Rodríguez
Filósofo y Educador