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martes, 8 de julio de 2014

Gracias a las Friticas

 

Gracias a las Friticas!

Causalidad y casualidad tienden a confundirse en el lenguaje cotidiano. Antes de definir cada concepto, es bueno recordar que entedemos por semántica de las palabras, que de manera sencilla se podría decir que es contenido y significado que se le da a un concepto.  Ahora es necesario definir causalidad como la relación  entre un primer  evento y un segundo, siendo el primero la causa que origina el segundo. Por su parte la casualidad es atribuir un evento a lo fortuito del "destino".
 
A mi edad y ausencia de pelo (calvicie), no se todavía que es lo que ha moldeado mi percepción del mundo, considero causas de ello a mi  familia, la educación recibida, la religión, la filosofía, las experiencias vividas, o todas las anteriores. El caso es que lo casual o fortuito no entra, no cabe, en mi forma de ver el  mundo (cosmovisión). No así, es el caso de la  Causalidad, que tiene que ver con el hecho de que todo aquello que sucede, tiene su evento anterior, y aquello que no tiene explicación se lo atribuimos a un ser superior (Dios), que conduce nuestras vidas, Causa Primera.
 
En este dilema de la casualidad y la causalidad, les cuento una anécdota que fue cercana a la familia para que saquen sus conclusiones. 

Había una niña a la que llamaremos Milagros (lo que hay que hacer para no pagar derechos de autor), que frecuentemente iba a casa de mis padres. Lo cierto es, que Milagros era pobre -con esto no quiero decir que provengo de familia acaudalada, muy distante esto de mi realidad- y mi mamá (que quien la conoce sabe es que lo más cercano a un osito cariñoso) la atendía con la dulzura que la caracteriza y así fue por varios años. Una temporada, Milagros no fue más, mi madre la extrañaba y se preguntaba que habría pasado para que no la visitara. Al cabo de un tiempo, un día llega a la casa y le cuenta a mi mamá que se había mudado con una tía, a una urbanización que si bien no es lejos de la casa de mis padres, no era como su casa de la cual  iba y venía caminando. 
 
La casa donde vivía con su tía es de las urbanizaciones de la vieja Maracaibo, y aquí con el permiso de mis lectores, me permito explicarle un elemento del mobiliario indispensable para el clima de mi ciudad: el ventilador.  Maracaibo, tiene un clima muy caliente,  con una temperatura media anual de 33.6 ºC, así que aquí lo mínimo que hay que tener en cada espacio de las casas,  es un ventilador. La casa de la tia,  por ser vieja, tenía en las habitaciones unos ventiladores de techo verdaderamente antiguos, con un gran motor de gran peso y hechos de acero. Estos ventiladores, que de ahora en adelante -como si fuera un documento jurídico- les llamaremos, Ventiladores Prehistóricos, pues son grandes dinosaurios, estaban para el momento de la anécdota, en pleno funcionamiento.
 
Milagros cuenta que ella se encontraba  en su habitación,  haciendo sus deberes escolares sentada en una silla de madera, frente una mesa de pino. Era una tarde calurosa propias de la ciudad,  ya entraba la noche y se aproximaba la cena. Su tía, le había preguntado  momentos antes que quería comer y ella le había dicho que quería comer friticas -traduzco del español marabino al español latinoamericano:  plátano frito picado en yuliana o en círculos,  normalmente es acompañado con queso blanco rallados-. 
En el centro de la habitación de la niña, colgaba del techo, desde hace, no se cuantos años,  el "ventilador prehistórico",  que estaba girando a su máxima velocidad. Milagros, escuchó la voz de su tía,  quien desde la cocina le llama para comer. Con la voz de su tia, se acerca el aroma  de las grasas saturadas de las friticas.  En el momento que ella le responde a su tía, con el muy conocido Ya Voy!, se escucha un estruendo que retumba en toda la casa. La tía que no sabía dónde estaba su sobrina,  sale corriendo hacia la habitación pensando lo peor, al instante se encuentran a Milagros, parada en el marco de la puerta de la habitación, palida como una estatua,  mirando hacia dentro. Cuando la  tia dirigió la mirada hacia donde miraba la niña,   un pensamiento fugaz, hizo correr una lágrima por su mejilla. El ventilador de había desprendido yendo a parar sus aspas a las sillas de madera dónde estaba sentada Milagros escasos segundos antes, el golpe de las aspas de acero habían partido la silla por la mitad a la altura del espalda. 
Crunzando sus miradas,  entre el asombro y el desconcierto la tia pregunta: Dónde estabas cuando se cayó el ventilador?  Milagros  responde con la franqueza de quien cree en las casualidades: saliendo del cuarto,  porque me llamaste,  viste me salve !Gracias a las Friticas! 
Todavía recuerdo con alegría,  como mi madre me contaba esta anécdota,  pues ella, que es muy creyente le dijo a la niña: No hija, Gracias a Dios,  que tu tia te llamó para comer, quien te cuida y protege, es Dios, no unos plátanos fritos.

Es fácil confundir la causalidad con la casualidad,  y si me permite mi querido lector te pregunto: En la vida, en  tus acontecimientos,  a quién agradeces a Dios o a las friticas?

Gustavo Córdova Rodríguez
Filósofo -Educador

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