La persona ideal
En la antigua Grecia se gestó el
estoicismo como corriente filosófica, fundada por Zenón de Citio, que a
diferencia de Platón que ostentaba ese apodo por su amplia espalda, Zenón no
tenía mayor protuberancia en su pecho. El estoicismo estuvo vigente entre
el 400 y el 300 a.C, aun así su pensamiento deja secuelas en la
cultura actual. Los estoicos proclamaban que se podía alcanzar la libertad y la
tranquilidad tan sólo siendo ajeno a las comodidades materiales, la fortuna
externa y dedicándose a una vida guiada por los principios de la razón y la
virtud (idea conocida como imperturbabilidad o ataraxia). Exponentes
posteriores como Epicteto expresaron la idea que la felicidad consiste en ser libre, es decir, en no desear nada. Algo
me hace ruido con la falta de deseo y es que el deseo muchas veces mueve la
voluntad. El deseo de Bolívar por ver libre a su pueblo conllevó a libertar
cinco naciones, el deseo de Tomás Alba Edison de realizar la bombilla
incandescente le mantuvo firme frente a 1600 fracasos, el deseo de Steve Jobs
de cambiar la visón de la tecnología y hacerla bella y práctica trajo consigo
la iMac y luego el iPhone, la iPad y el resto es historia.
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Thomas Edison, creador de la Bombilla incandescente |
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Steve Jobs, presentando el iPhone |

Todo esto se puede dar en cuanto se
ame a esa persona. Conozco mucha gente que dan lo mejor de sí para ser mejor
cada día, tratan de ser como un plus de sí mismos y por otra parte me encuentro
que sus seres cercanos y queridos (familiares, padres, hijos, pareja…) no
aprecian el esfuerzo que hacen cada día esos seres excepcionales.
Frecuentemente tenemos lo que se denomina la mejor versión de esa persona
frente a nosotros, pero en nuestra mente estamos insatisfechos, porque vemos
que todavía “!como que le falta algo¡”; lo triste es que alrededor conocidos y
cercanos vanaglorian a esa persona, con frases como: “tu papá sí es bueno, tu
hermana me cae de lo mejor, tu pareja se ve que es buena persona” y lo
insólitamente cotidiano es la respuesta de muchos(as), quienes cual canción de
Guaco repiten al unísono: “¡sí, cómo no!,
viví con ella/el, puro dolor”. No podemos olvidar los casos de luz para la calle y oscuridad para la casa,
pero desde el optimismo de quien escribe, considero que la mayoría de las personas
no viven en esa mentira.
Siguiendo con nuestros amigos estoicos
podemos decir que es fácil vivir sin desear, aunque –como ya lo dije- considero
mejor la idea de aceptar a esos seres que me regala vida y nos llenan de
felicidad. De nada nos sirve verles sus errores en su vida biológica y
lamentarnos en un vacío existencial cuando mueren. Es más, hay un refrán de
sabiduría popular que afirma lo que expongo: “todo muerto es bueno”. Cuando pensamos en discutir y distanciarnos de
un ser querido, imagínese y dígase en un dialogo interior: ¿qué voy a extrañar
de ella/él cuando ya no esté? Y verás que son más las bondades y virtudes que los defectos que demuestra.

Gustavo Córdova Rodríguez
Filósofo y Educador