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lunes, 4 de mayo de 2015

Como el astronauta.



En ocasiones los adultos nos molestamos con los jóvenes porque están comúnmente dados a la alegría, hay personas que se fastidian de tantas carcajadas, de tantas risotadas. 


Con el pasar de los años la alegría va quedando atrás, de hecho se habla de  aquella alegría de la juventud, y nos preguntamos: ¿por qué nuestra cabeza se llena tantas preocupaciones  y con ello se apaga el brillo de la sonrisa? ¿por qué los jóvenes rien con tanta facilidad? ¿qué hace de ellos personas que disfrutan de la vida? El gran escritor checo Franz Kafka escribió "La juventud es feliz porque tiene la capacidad de ver la belleza. Cualquiera que conserve la capacidad de ver la belleza jamás envejece". 


Hay dos etapas de la vida donde la persona se encuentra como el astronauta quien por primera vez traspasa la atmósfera terrestre y vive la experiencia de disfrutar la inmensidad del espacio, la ausencia de gravedad, la belleza de nuestro planeta, tantas motivos para maravillarse. Esas dos etapas son la niñez y la juventud, donde todo es nuevo en la infancia, y donde los cambios físicos y las nuevas experiencias en la adolescencia generan en el cerebro un bienestar fruto del agrado por lo novedoso, por los logros alcanzados, por las experiencias de afectividad (abrazos, amistades, noviazgo, entre otros), luego crecemos, "maduramos" y asumimos juntos con los compromisos y la responsabilidad de la adultez -como si fuera un paquete completo- la amargura, el desánimo, la ansiedad y la angustia. Son tantos los amaneceres que hemos presenciado, que ya no nos maravillan, ya son tan comunes los abrazos de nuestros seres queridos, que ya no nos conmueven, ya son innumerables los favores recibidos, que ya no agradecemos. ¿Será que nos hemos acostumbrados a vivir? ¿Será que el tedio se llegó a nuestro corazón? ¿Será que nada cotidiano nos asombra? 


Los jóvenes, en palabras de Kafka, ven la belleza y por ello son felices. Hay tanta razones por ser felices, tanto porque maravillarse, tanto porque agradecer, pero si nuestra mente hace morada en aquello que no tenemos, en nuestros recuerdos dolorosos o en antesala de catástrofes, sólo conseguiremos que nuestro estado de ánimo sea sombrío.

La alegría no es cuestión de ser joven o viejo,  es cuestión de la actitud mental frente a la vida. Hay que ser como el astronauta que se encuentra por primera vez en el espacio y maravillarnos en lo cotidiano, atravesar la atmósfera de lo común y vivir cada día como un regalo.

Gustavo Córdova Rodríguez
Filósofo - Educador.