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jueves, 16 de abril de 2015

El secreto de la eterna juventud


          El cuerpo humano está diseñado de una manera compleja y magnífica. La mente, el ser, la personalidad, el sentido de la vida, entre otros, ha sido siempre tema de pensamientos y disertaciones sobre la persona. La antropología filosófica al referirse a la persona humana la define como un misterio debido a la profundidad y trascendencia cada persona, pero es un misterio que invita a ser develado y por ello la ciencia y la filosofía desde sus orígenes se han preguntado por el ser humano. Ya desde la antigüedad Sócrates (470- 399 a.C.) lanzó una frase que es patrimonio de  la humanidad “sólo sé que no sé nada” y en el pórtico del Templo de Apolo estaba tallado en piedra el Oráculo de Delfos “conócete a ti mismo”. Lo cierto es que dos mil quinientos años después estamos todavía develando los misterios de la persona.

En esta temática del misterio del ser humano, muchos se preguntan por qué hay personas que se dedican al servicio de los otros, que son felices en ayudar, que eligen carreras y estilos de vida que están relacionadas con el altruismo (ayuda a los otros). A muchos de nosotros nos ha llamado la atención encontrarnos nuestra maestra después de muchos años y ver que pareciera que los años no han pasado por ella. Ver que está igual después de algunos años nos interpela. O al doctor que fue nuestro pediatra y ahora es el médico de nuestros hijos, aunque está mucho mayor, no aparenta la edad que le calculamos.


Algunos se preguntan: ¿Cuál es su secreto? ¿Será que tiene acceso a la piedra de la eterna juventud? La respuesta es que no tienen la piedra de la juventud y en cuanto a la primera pregunta no se conoce la respuesta. Por lo menos no hasta ahora. Aunque la respuesta podría estar, en cierta medida,  en datos que conocemos  gracias a los avances en el campo de la neurociencia, en particular la Neurociencia afectiva que propone el psicobiologista y neurocientífico Jaak Panksepp, de la Washington State University, quien junto a su equipo de trabajo, han descubierto en estudios recientes nuevas funciones de la dopamina (neurotransmisor, que tiene muchas funciones en el cerebro, incluyendo papeles importantes en el comportamiento y la cognición, la actividad motora, la motivación y la recompensa, el sueño, el humor, la atención, el aprendizaje y el placer). De la dopamina se conoce y se ha comprobado su liberación  en el cerebro en situaciones que producen agrado (risa, abrazos, caricias, comer, lectura, entre otros) y ahora se ha descubierto que cuando se realiza una buena acción el cerebro libera este neurotransmisor, originando un mecanismo de refuerzo-recompensa lo cual crea en la memoria un recuerdo agradable conllevando a la persona  a que actúe de la misma manera en situaciones futuras similares. Es decir, el cerebro te recompensa con un caramelo de placer cada vez que realizas una buena acción y por otra parte está diseñado para hacer el bien.
En cierto sentido, hacer el bien como opción de vida se hace consustancial al ser, a la personalidad, evidentemente al proyecto de vida y parte desde el accionar de la mente. Por eso, una persona que cotidianamente posee un cerebro que está liberando dopamina debido a la gratificación automática por la realización de buenas obras, mantiene su organismo en un estado de bienestar constante, el cual se ve claramente reflejado en la sonrisa que prácticamente identifica su persona, en la cara relajada (en la cual muchas veces hay ausencias de marcas de expresión, como las “patas de gallo” debido a no mantener los músculos de la cara contraídos por estrés) y hasta en algunas personas se ve lozanía en el rostro. Por otra parte, la dopamina al producir bienestar regula la tensión arterial y el estrés. En fin, son muchos los beneficios que obtenemos por el simple hecho de hacer buenas acciones. Por ello, las personas que hacen constantemente el bien, perduran en el tiempo, pareciera que envejecen más lentos.
El papa Francisco tiene 78 años de edad
Es interesante el descubrir que el cerebro está diseñado para recompensar la acción con gratificación mediante la dopamina y como ya se ha dicho arriba son muchos los beneficios de este neurotransmisor. Así que, la persona que quiera verse joven, no debe gastar tanto dinero en cremas y tratamientos estéticos, hay un tratamiento más económico y natural: hacer el bien. En consecuencia mis queridos lectores, “hacer el bien, te hace bien” para la salud.


Gustavo Córdova Rodríguez
Filósofo- Educador